Cuando la tecnología no estaba tan avanzada como en la actualidad, los mineros introducían canarios en las minas. Era una manera de detectar si había oxígeno suficiente y así se pudieron salvar muchas vidas. Los sistemas de detección son enormemente sofisticados, hoy en día, para que no nos sorprendan fenómenos naturales adversos, que serían catastróficos. Hemos padecido desastres sociales también, como: guerras, epidemias, crisis económicas, atentados terroristas...
Por eso no hay que celebrar la Constitución de forma rutinaria, como un festivo sin contenido real, porque el día que le falte el aire y deje de ser respetada por todos, incluidos los procedimientos que ella misma prevé para ser modificada, nos veremos sorprendidos por consecuencias muy negativas. La ley es nuestra mejor garantía de convivencia. Respetamos los derechos de los demás, porque queremos que los demás respeten los nuestros.
Aunque su aplicación diste de ser perfecta, traicionar la Constitución es romper un acuerdo de paz, libertad y reconciliación. No pueden ganar unos, por mucho que griten, a costa de que pierdan otros. Ser responsables significa responder de nuestros actos y de sus previsibles consecuencias. Lo malo es que no siempre sabemos anticipar esas consecuencias. Ni valorar lo que tenemos, y que tanto nos costó conseguir. Este sería el primer paso para perderlo. Y al canario de la mina, ya le empieza a faltar el aire.