Los chimpancés no son monos sino grandes simios. Son capaces de llorar por la pérdida de sus crías o compañeros, mostrar claras señales de inteligencia, como demuestran las investigaciones y también por desgracia, como se ha visto recientemente en Mallorca, de anhelar y buscar la libertad aun a riesgo de perder la vida, como quizás haríamos muchos de nosotros. El desgraciado incidente del safari zoo de Sa Coma, con la fuga de los dos primates que acabaron muertos -uno a tiros y el otro ahogado en una balsa-, sumado a otras noticias como la muerte a palos de un caballo que ya no rendía en las carreras o los constantes abandonos y maltratos de mascotas, solo vuelven a poner de relieve la prácticamente nula aplicación de las leyes de protección de los animales. Aunque claro, en estos casos siempre se esgrime que son solo eso, animales, y hay otras cosas mucho más importantes que atender, siempre excusas. En el caso de los chimpancés se han puesto en marcha campañas en la mayor plataforma del mundo de recogida de firmas, Change.org, pidiendo la clausura del safari zoo, alegando que ya había presentado irregularidades con anterioridad. GOB y Anima Naturalis impulsan dichas campañas, que se dirigen a la Dirección de Medio Natural del Govern y tienen ya miles de apoyos.
Pero el suceso también ha cosechado las críticas de prestigiosas instituciones, como el instituto de la primatóloga Jane Goodall, y ha originado una denuncia penal de la organización Proyecto Gran Simio contra el centro de Sa Coma.
Sus fugitivos habían pertenecido antes a un empresario que se creyó que su dinero le daba derecho a llenar su jardín con criaturas exóticas, como los chimpancés. No dudo de que en su huida se volvieran agresivos pero la solución ¿fue la adecuada? ¿En qué condiciones vivían? La administración debería inspeccionar a fondo lo sucedido, quizás debería haberlo hecho mucho antes. Les llamaron Adán y Eva, pero murieron muy lejos del Edén.