Es complicada la tarea que se traen entre manos los fiscales y jueces. Muchas veces, a lo largo de interminables vistas y juicios, me ha pasado por la cabeza la idea de que no cambiaría mi sitio, la de testigo circunstancial de los errores, las bajezas y las penas -que suelen ser más que las alegrías-, que pasan por los jugados, por el sitio de quienes llevan la toga. Los periodistas anotamos y contamos luego, con la mayor precisión y objetividad posibles, lo que allí sucede; ellos tienen que solicitar o sentenciar castigos, juzgar, algo que se me antoja muy difícil, sobre todo porque no te puedes dejar llevar por los sentimientos ni empatizar con nadie, ni con las víctimas ni con los procesados, que a veces también puede ocurrir. Porque nadie está libre de tropezar en esta vida.
Eduardo Norro, coordinador fiscal de Menorca, persona accesible a la prensa dentro de ese mundillo judicial, lo explica muy bien en la entrevista concedida a este medio. «Nosotros aplicamos el Derecho, vamos al código, vemos la pena y la ponemos». Frialdad y exactitud ante todo, pese al dolor de quien ha sido víctima de un delito.
Las leyes, y cómo nos afectan en el día a día para bien y para mal, deberían ser asignatura obligatoria en los institutos; solo en un juzgado te das cuenta del alto grado de desconocimiento que padecemos todos en ese campo y de las consecuencias que eso puede acarrear. O de cómo los retrasos, las dilaciones en los procesos, pueden llevar a rebajar penas o a que prescriban delitos; o que existe esa posibilidad de pactar los casos, algo que a veces es acogido con sorpresa e incredulidad por algunas víctimas a la espera en la antesala del juicio. El coordinador lamenta el elevado tránsito de profesionales, que retrasa el trabajo diario, pero en general su balance es positivo, también en cuanto a la seguridad. Me quedo con el dato de que la Isla es un paraíso para la justicia, si lo es para el fiscal lo será para los ciudadanos. Es nuestra mejor carta de presentación.