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Cita a ciegas

Este cambio tiene nombre de mujer

La emergencia social en la que nos han sumido los gobernantes, primero del PSOE y luego del PP (y así sucesivamente en presunta democracia), siguiendo el dictado de las grandes corporaciones y de la banca, y que ha ido hasta el extremo con la excusa de la crisis, ha hecho que muchas personas que nunca pensaron en dedicarse a la política saltaran a un ruedo lleno de trampas. Muchas de esas personas, por cierto, son mujeres y han trabajado en equipo junto a todos los demás componentes que han sabido organizarse, porque si algo se puede extraer de los resultados electorales del domingo es que las agrupaciones locales y ciudadanas han ganado una carrera que parecía que solo los apellidos de la casta podían correr.

Motivos no han faltado para dar ese salto: que todo el mundo tenga acceso a la sanidad pública y a la educación pública de calidad (derechos amenazados); que los niños no pasen hambre en este país de triste figura (rico y cada vez más desigual); que se apueste por energías renovables y se tenga en cuenta el futuro medioambiental (que es el futuro de todos) o que los desahuciados de sus casas por los bancos (con la complicidad de las instituciones) tengan una alternativa de vivienda digna. Más motivos (por nombrar algunos): defender el patrimonio cultural y sus territorios de negocios turbios e infraestructuras innecesarias y desproporcionadas como las macrorrotondas con las que el PP ha querido reventar el paisaje de esta Reserva de la Biosfera llamada Menorca. Espero que estos resultados ayuden a paralizar desde ya esas obras de la carretera general/espacial, y se desmonten esos planes y planos disparatados para construir una vía coherente con su realidad. Espero que desaparezcan las rotondas sin sentido, igual que desaparecerá (quedará un borrón), la nefasta gestión de los Bauzá, los Tadeo y compañía que no han sabido escuchar a la ciudadanía.

Muchas políticas son noticia. Empezando por Ada Colau (una de las fundadoras de la encomiable Plataforma de Afectados por la Hipoteca), que ha ganado Barcelona porque sí se puede, claro que se puede y claro que inspira (y esperemos que pueda ser la próxima alcaldesa de esa ciudad vendida al turismo sin miramientos). Otra mujer: Manuela Carmena, nombre de tango, ser humano con una trayectoria ejemplar que ha zarandeado a la mayoría absolutista del PP que ha mantenido a mi querida Madrid envuelta en un halo de miseria moral y en un juego sucio de especulación urbanística durante décadas. También Mónica Oltra, en Valencia, comprometida con su Compromís contra la corrupción que había devorado su casa, recibe ahora el apoyo en masa de los votantes.

En Menorca sigue la lista: Maite Salord, combativa siempre, sin perder el pulso de la oposición y con las ideas claras: querer lo mejor para una tierra, una cultura y una lengua que trasciende a cualquier gobernante. Más mujeres: en Ciutadella, la futura alcaldesa Joana Gomila y la irrupción de la plataforma Gent x Ciutadella, con Nati Benejam al frente y en Maó, Conxa Juanola. Hay muchas más: amplios puntos suspensivos.

Ciudades (e islas) pensadas para las personas y sus necesidades se avecinan y son (por fin) muchas mujeres las que están al frente de la revolución silenciosa y social, mujeres que tenían que estar ahí y que rehuyen del molde patriarcal que han tratado de seguir otras para pasar al otro lado del techo de cristal (véase Angela Merkel o, más cerca, María Dolores de Cospedal o Esperanza Aguirre, y un no tan largo etcétera de replicantes machistas).

Las ganadoras de este cambio son mujeres con todas las letras, igual que muchas activistas caseras que militan desde sus atalayas para hacer del mundo (de su entorno) un lugar mejor y más justo y más igualitario. Hablando de «meterse en política»: a los del 15M nos dijeron que dejásemos las asambleas y las pancartas y que jugásemos en su campo (entonces, maloliente): han sido muchas personas las que lo han hecho, con Podemos como guía y otras tantas cabeceras, llevan tiempo trabajando, aprendiendo, conociéndose, tratando de entender ciertos códigos para poder cambiar lo que no funciona: airearlo todo.

Muchas tienen desde el domingo voz en las instituciones y tengo que quitarme el sombrero por todas ellas, por sus renuncias a los proyectos particulares (que en el caso de las mujeres son triples, porque tal y como está estructurado la sociedad, caen sobre ellas la gran mayoría de los cuidados y las tareas familiares) y a todo lo que otras no nos hemos atrevido a renunciar: y es que la política tendría que ser un sacrificio por la comunidad, un tiempo limitado de la (corta) vida de cada cual entregado a ese bien común.

Se abre un panorama en el que esas asambleas callejeras de gente corriente van a estar en gobiernos de pueblos y ciudades, en el centro de la gestión. Queda un largo camino lleno de obstáculos, pero si se trabaja la concordia, se destierra el tono beligerante y no se pierde de vista ese objetivo común ni conceptos que han marcado la ruta —transparencia, justicia social, participación ciudadana y otros tantos—, y se dejan de lado los egos, los acuerdos podrán salir airosos adelante. Todos podremos salir adelante. La corrupción ha quedado en coma y ahora esperaremos a las elecciones generales para poder decir bien alto: españoles, el bipartidismo ha muerto.

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