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Con derecho a réplica

La terapia de las lágrimas

Nunca encuentro los chollos, y cuando digo nunca, quiero decir nunca jamás. Me han visto la cara de pardillo y soy el paganini de todas las compañías habidas y por haber. Y mira que lo intento. No me conformo con el primer precio, le doy vueltas y vueltas al asunto para intentar alcanzar ese clímax que los consumidores llaman «buena relación calidad precio», pero no hay manera, siempre hay listillos que tiran tu alegría inicial por los suelos, son los llamados busca chollos.

Y no es que compre a lo loco. El otro día buscando billetes de avión a Madrid desde nuestra amada Menorca, Iberia ofertaba uno que salía de Maó, te llevaba a Valencia para hacer noche y al día siguiente llegabas a la capital, y a la vuelta te traía con paradita en Palma de Mallorca, por el módico precio de 1.085,47 euros, y además se abría una ventanita en la pantalla de mi ordenador que decía: «hay seis personas reservando este vuelo ¿Te lo vas a perder?» , pues sí, contesté, me lo voy a perder. Hay que mirárselo mucho, porque volar desde nuestra a Isla a Madrid sale más caro que una semana con todo incluido en la Rivera Maya. Pero sé que no tardaré en encontrarme con alguien que se habrá comprado un billete a Madrid con entrada al palco del Vicente Calderón y pase VIP para el Zoo por un precio ridículo.

Si alquilas un coche a un precio que te parece razonable, y lo comentas con alguien, siempre aparecerá el busca chollos profesional que te soltará la humillante: «Pues yo lo conseguí el doble de días por la mitad de precio. Además nos regalaron el GPS, la sillita del niño y nos dejaron en la guantera una caja de bombones. Hay que saber buscar».

Si compras un teléfono móvil libre, con mogollón de prestaciones, que nunca vas a usar pero que hacen ilusión, y un diseño chulo, siempre parecerá por arte de magia el que te diga: «por diez euros más tendrías un Trophone25 plus Pro Best In total que lo flipas, con chorrocientos megapixels en la cámara y además te regalaban la funda», para matarlo.

Si vas a comer a un restaurante y te parece que el menú está bien de precio, el busca chollos se asomará por encima de tu hombro, y además de un susto de muerte te dirá que él tiene bonos comida para pagar la mitad y con café incluido. Si vas al cine el día del espectador, y estás contento de que no te hayan sacado un riñón por ver una película, verás al busca chollos cargado de refrescos y palomitas que le han regalado por comprar la entrada por anticipado. Si vuelves contento del supermercado porque has conseguido una súper oferta de tres por dos en papel del wáter, el busca chollos saldrá con quince paquetes a mitad de precio que encontró en la sección outlet de celulosa y además será de doble capa y perfumado para no dañar la almorrana.

Solo me queda una salida, queridos lectores, y es irme a Tokio a pasar un fin de semana en el hotel Mitsui Garden de Yotsuya donde se alquilan habitaciones para llorar. Al parecer a los japoneses les cuesta expresar sus emociones en público, por eso han ideado las habitaciones del llanto que están equipadas con todo lo necesario para la terapia de las lágrimas: toallitas de papel, películas románticas, música bucólica, etc. Dos días para desahogarme llorando a moco tendido.

Seguro que el billete a Tokio me sale más barato que a Madrid. Y les prometo que si allí me encuentro algún busca chollos tokiota y me dice que lo ha conseguido por la mitad de yenes, me hago el harakiri, así al menos aprovecharía el viaje.

conderechoareplicamenorca@gmail.com

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