Cada vez tenemos una relación más personal con los aparatos electrónicos que poseemos. Para muchos es el teléfono. Basta entrar en el metro o en un autobús para ver que hay casi una mayoría de personas con el teléfono en mano tecleando. Lo mismo pasa por las calles. En el Oeste americano te avisan de lo peligroso que es estar cerca de una manada de bisontes porque en cualquier momento salen en grupo disparados arrollando todo lo que está en su paso. En Madrid tienes que vigilar en las salidas del metro la manada de viajeros con teléfono en mano que salen sin mirar y arrollando lo que encuentran.
Esta relación con el teléfono parece que es íntima y personal. Más de una vez entras en un restaurante y ves una pareja en cena romántica? cada uno mirando su teléfono y tecleando. Uno tiende a preguntarse:¿se estarán comunicando entre ellos?
Para mí no es el teléfono sino el ordenador portátil. Me acompaña a todas partes, me conecto con él con todo el mundo, y puedo seguir trabajando esté en donde esté, si hay wifi claro. No sé qué me pasaría si no tuviera cerca mi ordenador. Creo que ya he mencionado en esta columna que un señor en Texas solicitó al juzgado casarse con su ordenador personal. Su argumento era que si se podían casar dos hombres, él podría hacerlo con su ordenador. Bueno, esas cosas solo pasan en América.
Habiendo esas relaciones personales con los aparatos electrónicos me pregunto si las personas al morir querrán hacerlo junto a su querido aparato. Yo de momento no pienso estar en tal situación, eso de morir no entra en mis planes, y si eso sucediera seguro que sería culpa de Pedro Sánchez. Pero claro otras personas supongo que les gustará al morirse tener su querido teléfono al lado.
Está es una situación que puede presentarse en el futura de nuestra sociedad, pero puede que haya sucedido ya en un pasado lejano, hace dos mil años, en la costa de una pequeña isla griega, Antikythera. En el año 1902 se descubrió en las aguas de la isla y en un barco romano que naufragó en el año 87 antes de Cristo un extraño mecanismo que durante años no se sabía lo que era.
En los últimos años el misterio se ha aclarado. El mecanismo esta compuesto de unas treinta ruedas de engranaje y tiene la apariencia de un complicado reloj. Su objetivo es predecir el movimiento de algunos astros como el sol y la luna. Es probablemente un objeto único por su antigüedad y complejidad. Es la versión más primitiva que se conoce de un ordenador.
Usando técnicas de imagen por rayos X y por rayos gamma junto a impresión tridimensional, fue posible en reconstruir sus componentes. Además se ha conseguido identificar más del 90% de los textos escritos en la maquinaria. Así es como se ha podido hacer una reconstrucción de todo el mecanismo. Hace pocos años Michael Wright, del Museo de Ciencias de Londres, construyó una copia del mecanismo que funciona perfectamente. Ahora ya hay varias versiones reconstruidas de esa maquinaria.
La noticia reciente es que hace un par de semana unos arqueólogos descubrieron el cadáver de un hombre en el mismo lugar del naufragio. A pesar de su antigüedad y de estar en el agua tanto tiempo, hay partes del cuerpo relativamente bien conservadas, de tal forma que se podrá extraer el ADN e identificar su origen. Debido a que estaba cubierto de sedimento, el cuerpo a permanecido en el lugar del naufragio y en relativo buen estado. El cadaver es el de un hombre joven aunque aun no se ha determinado la edad.
Los investigadores ya han bautizado a ese hombre Pamphilos, por el nombre grabado en una copa de vino que se encontró entre los restos del naufragio y junto al cadaver. ¿Sería Pamphilos el dueño o el encargado de la custodia del mecanismo encontrado allí? ¿Sería Pamphilos el primer humano que ha perdido la vida junto a su ordenador?