Hay historias que parece se van repitiendo a través de los años. Así parece ser el caso de la de Pedro y Pablo, en los años 50 de la era común. Pedro entonces intentaba regenerar al judaísmo bajo las ideas de Jesús de Nazaret. Estaba en Jerusalén y él con sus allegados, Jaime el hermano de Jesús y Juan, defendían ideas renovadoras de su religión. Pedro, un hombre algo impulsivo pero callado, se le conoce por sus noes, las negaciones de Pedro.
Pablo, por otra parte, creó un ideario basado en Jesús y decidió renovar la religión fuera del judaísmo tradicional, realmente creó una nueva religión. Mucho más carismático que Pedro y algo populista escribió múltiples cartas, de las que nos quedan solo siete auténticas. Las demás que tenemos son falsificadas. De Pedro no nos queda nada escrito, las supuestas cartas de Pedro en el Nuevo Testamento también son falsificaciones.
A pesar de que ahora nos presentan a los dos como los pilares del cristianismo y que los Hechos de los Apóstoles los muestran como colaboradores en este proyecto, ellos no se tenían ninguna simpatía y estuvieron luchando el uno contra el otro todo el tiempo. Es una lástima que solo tengamos la versión de Pablo de sus peleas, pero aun solo con eso nos podemos dar cuenta de como eran sus relaciones.
En un encuentro en Antioquía, según cuenta Pablo en la Carta a los Gálatas, Pablo llamó hipócrita a Pedro mientras estaban en una reunión de la comunidad. Se nota en cómo lo escribió el cabreo de Pablo con Pedro. No sabemos la respuesta de Pedro, pero la podemos imaginar. La tensión entre ellos continuó y las relaciones empeoraron. Curiosamente, los ataques de Pablo son más fuertes contra la versión de Pedro del cristianismo que contra otras religiones. Parece ser que en general a las luchas internas es a lo que se consagra los mayores esfuerzos.
Por otra parte Pedro y sus compañeros regeneradores del judaísmo sufrieron los ataques de los antiguos miembros de la estructura del poder religioso judío. Según cuenta Flavio Josepho, contemporáneo a estos eventos, en su libro sobre «Antigüedades judías», en el año 62 hubo un cambio de gobierno en Jerusalén y durante unos meses la sede del gobierno estuvo vacante. Esto lo aprovechó el sumo sacerdote Hanan ben Hanan para convocar al Sanedrín, los barones del judaísmo, y condenar a muerte a Jaime el hermano de Jesús. Murió apedreado. Pedro no estaba en Jerusalén y salió ileso de este incidente. La conspiración de Hanan fue tan chapucera, que ciudadanos de Jerusalén protestaron y al final Hanan fue destituido.
Pero no le duró mucho más la suerte a Pedro. A mediados de los sesenta según parece Pedro y Pablo estaban en Roma, aunque no hay información fidedigna sobre ello. En esta ciudad gobernaba Nerón en aquel momento. Otro personaje interesante en la historia.
A Nerón lo visualizamos siempre reclinado en el triclinio y tocando el arpa. No se habían inventado aún los puros habanos, así que no fumaba, pero seguro que los hubiera disfrutado. Le gustaba el circo, el equivalente al fútbol en aquellos tiempos, y procuraba que también se divirtiera el pueblo de Roma con estos espectáculos. Eso le daba popularidad entre los ciudadanos.
Por aquellos años, hubo un gran incendio en Roma, algunos sugieren que provocado por Nerón pero realmente no parece que fuera así. Lo que sí temió Nerón es que se le atribuyera a él incendio. Para evitar problemas hizo circular el rumor que el fuego era culpa de los cristianos. A pesar de no haber televisión para propagarlo la estrategia funcionó. «La culpa es de Pedro y los suyos», un gran eslogan que tuvo mucho éxito. Con ello llenó el circo de cristianos con gran placer de los ciudadanos. Entre las víctimas de Nerón parece que estuvieron Pedro y Pablo. No hay referencias a ello contemporáneas, hay que ir al siglo IV para encontrar historias del martirio.
¿Como acabó todo eso? A Nerón no le duró la felicidad, los de su mismo partido lo forzaron a suicidarse. Con los años los sucesores de Pablo falsificaron sus palabras para formar una organización jerárquica y declararon herejes a los seguidores de Pedro, aunque a él le consideraban un pilar de la institución. Luego se pusieron de acuerdo con los sucesores de Nerón y todos juntos gobernaron en Roma.