El drama de Carmen Díez de Rivera Icaza cuando iba a contraer matrimonio con Ramón Serrano Polo, su hermano de padre
La serie «Lo que escondían sus ojos», emitida por Telecinco, inspirada en la novela del mismo nombre de Nieves Herrero, describe la historia -pasión, amores prohibidos y política- en el Madrid franquista de los años 40.
Es la crónica de la relación prohibida entre Sonsoles de Icaza y de León, y Ramón Serrano Súñer, cuñado del General Franco, que fue ministro de la Gobernación y de Asuntos Exteriores (1938-1942) en los gobiernos duros de la postguerra. Escribe Manuel Román que esta serie «narra los amores adúlteros de quien era entonces, al terminar la guerra civil, la mano derecha de Francisco Franco, además de ser su cuñado. Unos amoríos mantenidos durante quince años, entre 1940 y 1955, con Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, una de las damas más bellas de la vida madrileña, caracterizada también por su elegancia, como demostraba en sus apariciones vestida por el famoso modista Balenciaga, radicado en París».
Sonsoles, la hija menor de Francisco de Asís de Icaza, poeta y embajador mexicano, y Beatriz de León y Loynaz, sobrina de los marqueses de Esquilache, casó con Francisco de Paula Díez de Rivera, marqués de Llanzol, 24 años mayor que ella, para solventar los problemas económicos de la familia Icaza tras el fallecimiento de su padre. Patricia de Miguel apunta que «en un principio el marqués de Llanzol estaba predestinado a contraer matrimonio con Beatriz, la hermana mayor de Sonsoles, el aristócrata no pudo evitar enamorarse perdidamente de la hija menor de Francisco y Beatriz y no cesó en su empeño hasta casarse con ella». Los marqueses de Llanzol tuvieron cuatro hijos: Sonsoles, Francisco, Antonio y Carmen. Esta última fue el resultado de la aventura extramatrimonial que su esposa mantuvo con el ministro Ramón Serrano Súñer, aunque Francisco de Paula Díez de Rivera la reconoció legítimamente como suya y la crió como tal.
Nieves Herrero desvela que «los ojos de la marquesa de Llanzol escondían un gran secreto y un misterio, que cambió su vida para siempre. Sonsoles de Icaza estaba casada con un héroe de guerra que era, además, un aristócrata. Lo tenía todo en su vida y al conocer a Ramón Serrano Súñer, seis veces ministro y cuñado de Franco, su vida se volvió del revés. Se enamoraron en 1940 y rompió él en 1955». Al principio fue un amor irracional, pero luego fue un amor consolidado, hasta que en 1942 nació la hija ilegítima de ambos: Carmen Díez de Rivera Icaza.
El drama
A los 17 años, Carmen mantuvo un noviazgo con un joven de buena familia, Ramón Serrano Polo, hijo de Serrano Súñer y Ramona, «Zita», Polo, lo que ignoraba la enamorada adolescente. Nadie había desvelado el secreto. Cuando la marquesa de Llanzol conoció los planes matrimoniales de su hija tuvo que comunicarle que aquella boda no podía celebrarse. Fue una tía de Carmen, la novelista Carmen de Icaza quien, con un fraile dominico, le explicaron que Ramón, su novio, era su hermano de padre. Era el 28 de diciembre de 1959.
«El testimonio humano y cristiano de Carmen»
El sacerdote Jaime Cots de Riera explicó, tras el fallecimiento de Carmen Díez de Rivera, que «desde su carencia de fe había tenido la dicha de creer en Jesús y procuraba ajustar a ello su vida». Según el padre Cots, «esta vida, aunque sin hacer referencia explícito a ello, cumplía la bienaventuranza de Jesús».
Desde hacía tiempo mantenía contacto con las religiosas Concepcionistas de Maó, que rogaban por ello y la ayudaban en su oración personal: «ella apreciaba la manera como nuestro monasterio celebra el culto del Señor y procura vivir su Palabra, en lo cual tengo yo alguna parte como capellán y de aquí nació nuestro mutuo conocimiento y aprecio», desveló el presbítero mahonés. «Carmen contaba que había ayudado a su conversión las oraciones fervorosas de muchos seres queridos, y sobre todo la intercesión maternal de María, a la que veneraba en su imagen bendita y su santuario de la montaña de El Toro», añadió.
El padre Cots iba a visitarla y «ella sabía que le quedaban pocas semanas de vida, pero quería aprovechar nadando, aunque aceptando la voluntad de Dio, y sentía la rebelión ante la realidad que a todos nos espera, y que solo la fe y la esperanza en Jesús resucitado permite superarlo».