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Asseguts a sa vorera

Felices, muy felices

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Si yo te pregunto, qué país crees que es el más feliz del planeta, ¿qué me dirías? Probablemente, optarías por los japoneses y sus virguerías tecnológicas, Italia y su gran oferta gastronómica, algún candidato caribeño por el envidiable clima y el estilo de vida, los argentinos por su extrovertida forma de ser, los españoles porque en muchos casos nos lo sabemos montar muy bien o los holandeses gracias al uso y abuso de aquello que aquí no se puede fumar y allí sí.

Son solo suposiciones y todas estarían equivocadas. Como cada año desde el 2012, la ONU ha publicado el World Hapiness Report, un documento que especifica cuál es el país más feliz a partir de unas preguntas, tipo casting, a sus ciudadanos.

Este año el ganador ha sido Noruega. Ahora mismo no me viene a la mente ningún noruego partiéndose de risa o contándose unos chistes. La idea que tenemos del turista noruego medio dista mucho de ser la de un habitante del país más feliz del mundo. Empezando por el frío, claro. Es cierto que los argumentos para visitar esa magnífica tierra son muchos pero el de que me sienta inmensamente feliz no parece que sea de los más claros.

El segundo es Dinamarca, dice la ONU, y el tercero, Islandia. Dicen los que hacen el informe que se basan en aspectos como el producto interior bruto per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida, la generosidad, la libertad de tomar decisiones o la percepción de la corrupción entre otras cosas. ¿Y España? Algo mejor que en Eurovisión, gracias, deambulando en la posición 35.

Es cierto que puede que en todos esos aspectos los amigos del Norte y de Muy al Norte sean la repera y que tengan un PIB brutal, se ayuden entre ellos de forma magnánima, vivan un porrón de años o no le pasen ni media duda a un político corrupto. Pero si juntas a un noruego, un danés y un islandés, no da ni para empezar un chiste de tópicos.

Porque en España, para qué negarlo, somos especialistas en reírnos de todo eso. Si nos paramos a pensar lo de que cobramos poco, somos más tacaños que generosos, a veces nos coartan la libertad o aquí hay corruptos por doquier, resulta que más que cabrearnos sacamos el ingenio y empezamos a contar chistes y hacer bromas.

De hecho, si no somos el líder de ese ranking seguramente es porque el día que llamaron para contestar la encuesta –seguro que fue un viernes- debíamos estar en el bar echando unas cañas y unas risas, aunque fuera en horario de oficina. Y claro, eso en Noruega, Dinamarca e Islandia es impensable. Aunque luego, por muy feliz que sean en sus países, vengan a atiborrarse de cerveza, sol y paella al nuestro. Así es feliz cualquiera.

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