El tradicional sector del taxi está soliviantado y movilizado contra formas de transporte que han surgido a raíz de las nuevas oportunidades tecnológicas. La regulación va a remolque de los hechos. Este choque se puede reproducir en otros ámbitos más pronto que tarde. El suelo se mueve bajo nuestros pies. Precariedad y despidos son un signo lamentable de nuestro tiempo de cajeros automáticos y pirateo informático. Como las soluciones son arduas y llevan su tiempo, triunfa el cuentista, el embaucador, el que es capaz de convencer a más gente del milagroso poder del crecepelo. Vuelven la acción directa y el amedrentamiento. Los matones a los que la ley les importa poco. Si no se ajusta a nuestra voluntad, como somos muchos, se cambia o inculca con total impunidad. El Estado está de vacaciones. Cuando se ha infringido la ley, el Estado no ha estado. Y ahora la aritmética electoral da ecuaciones rarísimas. Las instituciones enfermas han caído en manos de curanderos. Dios nos coja confesados. Bajamos el listón porque llegamos a pensar que gobernar era fácil. Somos tan buenos que no nos atrevemos a pensar las cosas como son, solo como nos gustaría que fuesen. Y si alguien es capaz de pensarlas, no se atreve a decirlas. Cualquiera se enfrenta a esa opinión pública ahíta de odio. Son los que tienen el poder ahora mismo. Pasan los siglos pero siempre vuelven los hipócritas y fariseos. Porque su reino sí que es de este mundo.
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