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Ninguno de los políticos actuales que figuran en el Parlamento o en el Senado son nacidos en el siglo XXI, todos lo hicieron en el siglo XX. La más joven es la socialista María Such Palomares, nacida en junio de 1990, en consecuencia tiene 28 años. En los parlamentos europeos hay políticos que ocupan el más alto cargo ministerial siendo realmente jóvenes, como en Francia. Emmanuel Macron que preside la República francesa con 39 años, con la misma edad Volodymyr Groysman es el primer ministro de Ucrania, el primer ministro de Estonia es Jüri Ratas, también de 39 años, en Irlanda, preside el Gobierno Leo Varadkas, jefe de Gobierno a los 38 años, en Austria Sebastián Kurz, el más joven con 31 años.

En consecuencia, tenemos que aceptar que por el momento, aun siendo muy jóvenes, la mayoría de políticos de relevancia extranjeros y en España senadores y diputados, han nacido en el siglo pasado, es decir, que ninguno de ellos ha nacido en el siglo XXI. Sin embargo, les va a tocar desliar una madeja que ya viene enmarañada del pasado siglo, caso de los independentistas catalanes, a los que en la actualidad les basta con unos lazos amarillos para mostrar en Europa y al mundo que saben perfectamente cómo iniciar una peligrosa convivencia, como quien juega a crear un alud que no sabe luego como parar, y a los que solo les resta ponerse a esperar hasta ver en que puede parar la que están liando como mejor forma de lograr la independencia.

Alud que estas son las horas que ciertamente, eso sí es cierto, se ha mostrado muy eficaz para dividir a una sociedad que estaba como está la roca y el agua en el litoral de nuestras costas, formando una unidad a pesar de ser tan diferentes, y no como ahora, en que están tan desnaturalizados, quizá porque ya no saben cómo soportarse a la hora de seguir engrandeciendo su glorioso pasado. Serán pues los políticos de ayer los que tendrán que lidiar con la enredada madeja que han formado en buena manera los políticos actuales.

Los políticos que vienen de un siglo que ya dio de sí lo que tenía que dar deberían arrastrar el glorioso bagaje de su experiencia a la hora de no permitir que se formen nuevas corrientes que acaben por separar el agua de la roca. Pero para nada parece que sepan enriquecer la fórmula de trabajar codo a codo en el noble oficio de la política que hace a los pueblos grandes. Liarse ahora por unos lazos cual can del hortelano que no come ni deja comer es un riesgo que si se les va de las manos puede salir muy caro.

El ser humano sobre todo en la vieja Europa no parece que haya aprendido el alto precio de ser revoltosos. Y eso lo acabamos de ver en algunas zonas de esta vieja tierra, hace de ello como quien dice cuatro días en que se han estado matando sin dejar detrás ningún magisterio que haya servido como aviso de navegantes, tan solo miles de muertos y ciudades antes preciosas que ahora muestran los desastres del odio. Pero ni aun el indudable beneficio de aprender en cabeza ajena ha logrado que nos entre en la dura mollera humana el alto precio de no ser capaces de entendernos, cualquier mínimo gesto nos vale para echarle leña al fuego. No me extraña pues, que esté empezando a oler a chamusquina.

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