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Les coses senzilles

Dónde va la hermosura

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Hace unos cuantos días que me ronda por la cabeza la melodía del «Coro de románticos», de la zarzuela «Doña Francisquita» Esta comedia lírica fue escrita por Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw, basada en la comedia «La discreta enamorada», de Lope de Vega. La música es del maestro Amadeo Vives y se estrenó en el teatro Apolo de Madrid el 17 de octubre de 1923. Era un miércoles, acabo de consultarlo, lo que me indica que es cierto lo que canta Cardona, en el primer acto: «El pueblo de Madrid encuentra siempre diversión, lo mismo en Carnaval que en viernes de Pasión».

El «Coro de románticos» formado por un lado por hombres y por el otro por mujeres, canta: «¿Dónde va, donde va la hermosura?» con una melodía muy sutil. Es claro que la pregunta, lanzada por los hombres, se refiere a la galanura de las mujeres que pasean a la luz de la luna, que responden: «Sepa usté que yo quiero al que quiero, si al mirarle me gusta» Etcétera. Pero lo que a mí me intrigaba estos días no era el destino de los paseantes románticos en la noche madrileña, sino el destino mismo de la hermosura, y de la alegría de los pocos años, tal como la evocaba Jorge Manrique: «La hermosura, la gentil frescura y tez de la cara, la color y la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? Las mañas y ligereza y la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega el arrabal de senectud».

Creo que le estoy buscando un sentido más profundo a la ligera y alegre zarzuela «Doña Francisquita» y seguramente también a «La discreta enamorada» de Lope de Vega. Pero imaginen que existe un lugar adonde va a parar la hermosura, la osadía, el empuje de los pocos años. Unos dirán que se trata del cielo, y que allí todo es hermoso y joven y optimista. Para otros el cielo no existe, y la hermosura etcétera es un estado de la juventud que se puede prolongar con el éxito y a lo mejor con la ingesta de la hierba que llaman astrágalo, que dicen que favorece la longitud de los telómeros y alarga la vida de las células. No sé.

Dicen que cada persona es un mundo y no me atrevo a dar fórmulas de felicidad. Pero sí, me gustaría encontrar el lugar privilegiado a donde va a parar la hermosura y la alegría de vivir, descubrirlo como quien descubre un oculto corro de setas intocadas y luego poder contarlo con un cesto lleno de níscalos... digo de belleza, satisfacción, optimismo, risas, alegría, felicidad... Esa sí sería una buena cesta de Navidad que mandar a todo el mundo.

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