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Te diré cosa

Amadísimos líderes (epístola)

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Entrañables e idolatrados líderes y lideresas: os propongo un juego muy entretenido. Se trataría no ya de encontrar a Wally entre la multitud, sino de identificar al tonto de la surreal película en que actuamos de extras (de que algún idiota hay a bordo no cabe la menor duda; basta observar el impresentable panorama político que sufrimos). Pero antes os referiré una anécdota graciosa. Una amiga, que trabajó el año pasado ocho meses, percibiendo por ello el moderado sueldo que la hostelería destina a sus currantes, tuvo la ocurrencia de solicitar -a fin de sobrevivir los restantes cuatro meses en los que el sector pasa por sus horas bajas-, el subsidio de desempleo. Inmediatamente, con este acto, su estatus fiscal pasó a ser el de aquel que tiene un doble pagador. Consecuencia tributaria: el equivalente a un mes de su sueldo debió ser depositado en las arcas del Estado en forma de IRPF. Apuesto doble contra sencillo a que a vosotros, amados líderes, no os ha sucedido eso jamás; y sin embargo, si esa pasta de la que ha debido desprenderse mi amiga fuera marcada (como se marcan las células en laboratorio) y, siguiendo su trazabilidad, apareciera luego depositada en vuestras jugosas nóminas de diputados electos, tal hecho nos daría una pista valiosísima para identificar al tonto que andamos buscando en este juego de salón.

Porque vamos a decirlo claro. Parecéis bastante poco capaces de desempeñar los cargos que ocupáis (con la sabrosa remuneración asociada). Incluso a veces parecéis bobos, perdonadme la franqueza; por ejemplo tú, Albert. Lo tenías casi hecho; una carrera ascendente, la de un tío creíble, dispuesto a llamar a las cosas por su nombre, dispuesto a acabar de un viril plumazo con el mamoneo reinante; y vas y la cagas viniéndote más arriba de lo que tu estatura aconsejaría. O tú, Arrimadas, que has optado por diluirte, sumándote al balido uniforme del rebaño y renunciando así a tu libertad de conciencia y a tu poderío personal tantas veces demostrado en el Parlament. Casado: tampoco tú pareces un tipo especialmente brillante; yo no me quedaría tranquilo si delegara en ti la gestión de un puesto de churros, aunque mírate: ahí estás. Pero no erremos; tontos parecéis a veces pero los verdaderos canelos somos los que pagamos vuestras nóminas y seguimos acudiendo a las urnas a legitimar vuestra incapacidad o peor aún, vuestras espurias motivaciones.

De los del Capitán Trueno no sabría qué decir; peligrosos y un poco apolillados sí que los veo, pero bobos tampoco parecen. Mucho menos Iglesias y Montero, que de tontos no tienen un pelo: entre otras proezas lograron fagocitar a Garzón mientras excretaban a Errejón, siendo ambos (Errejón y Garzón) ostensiblemente más creíbles que la pareja alfa achaletada.

Y qué decir del creador del manual de resistencia. Empeñado en cuadrar el círculo parece enajenado, pero ya conoce la resurrección y nada indica que sea imposible que acabe ascendiendo a los cielos.

Total, amables lectores, que el tonto que buscábamos quizás lo llevamos puesto. Los amados líderes no es que nos creyeran idiotas, como a veces parece por su discurso trilero, es que nos saben pánfilos y actúan en consecuencia.

Nada tengo contra el onanismo, odio sin embargo financiar esa práctica a otros congéneres. En estas condiciones, impotente, os señalo que, si me obligáis a volver a elegir, en vez de voto emitiré para vosotros, amados líderes unas cariñosas y modestas maldiciones.

Maldigo las siestas del carnero que a veces os echáis en el hemiciclo. Maldigo tanto vuestro chándal (de tenerlo) como vuestras zapatillas de andar por casa. Otrosí: así os crezcan con desmesura los pelos del interior de la nariz. Así se os acabe el papel higiénico en mitad de faena. Maldigo (en caso de llevarlos) vuestros zurcidos en los calcetines. Maldigo la esterilla de vuestro baño y el mando a distancia de vuestros gadgets.

Maldigo vuestra mezquindad (de quedar demostrada), maldigo el pin de vuestros móviles y vuestra agenda Moleskine (de tenerla). Maldigo en fin vuestra palabrería hueca y mate.

Y me quedo corto.

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