6-III-20 Viernes
Me tomo un descanso de la agobiante actualidad en compañía del académico Lázaro Carreter, para investigar perlas (falsas) lingüísticas, como la moda del adjetivo «agresivo» de cuyo uso desmesurado tenemos suficientes ejemplos: Vendedor agresivo (apreteu, apreteu!!), campaña agresiva, entrevista agresiva… ¿Por qué invade agresivo un campo donde no hace ninguna falta?, se pregunta Lázaro Carreter… Pues porque en inglés aggressive significa ‘caracterizado por una gran energía, ambición o capacidad de iniciativa'. Es normal, pues que los angloparlantes hablen elogiosamente de an aggressive salesman (un vendedor agresivo), pero ¿por qué nosotros, cuando en español tiene un significado claramente amenazador? Yo, la verdad-concluye el académico-, a la vista de un vendedor ‘agresivo' o de una campaña ‘agresiva', estoy dispuesto a telefonear a la comisaría más próxima…
Y me sobreviene una duda: ¿Es suficientemente agresiva la conducta del Gobierno frente al coronavirus? Compruebo una vez más que no hay forma de evadirse de la agobiante actualidad…
7-III-20 Sábado
Una vez le pedí permiso a Santiago Pons Quintana para utilizar alguna información del libro sobre su propia vida para una novela. Le pareció muy bien, le envié el libro una vez publicado y me dijo con su desparpajo habitual que le había gustado mucho, aunque no había entendido nada. ¡Qué gran tipo el bueno de Santiago!
8-III-20 Domingo
- El virus llega a Menorca a las bravas, mandando al aislamiento hospitalario a un viejo amigo y compañero y a varios trabajadores más a la cuarentena hogareña…
- Y, sorprendentemente, en plena diseminación vírica se autorizan manifestaciones multitudinarias…
9-III-20 Lunes
Sin haber sido nunca monárquico, he procurado hacer de la necesidad virtud reconociendo que la Monarquía fue no solo una pieza clave en la difícil y arriesgada Transición sino que contribuyó durante largos años a dar al país una apreciable estabilidad, viniendo de donde veníamos. Me imaginaba una república con Felipe González en la cúpula del Estado y José María Aznar en la presidencia del Gobierno o viceversa y me daban escalofríos, o pesadillas como a Pedro Sánchez cuando temía encamarse con Iglesias…
Así que se non è vero è ben trovato y bien estaba la Monarquía si contribuía a la calma institucional y se comportaba con dignidad, premisa esta última que estos días está saltando por los aires con la exposición pública de las vergüenzas comisionistas del monarca emérito, a quien se le perdonaban líos de bragueta, pero difícilmente se le van a tolerar sus turbios negocios. Incalculable el mal que puede haber causado Juan Carlos I quien, contagiado por el virus Corona-Corina, puede hacer saltar por los aires bastantes cosas, entre ellas la propia dignidad de la prensa española, cuyas cabeceras más importantes han optado por una pudorosa discreción o directamente por un vergonzante silencio.
10-III-20 Martes
Es posible vivir sin móvil. Llevo ya cinco días sin él (serenamente fenecido por obsolescencia, mi pobre y jurásico huawei), y la verdad es que solo echo de menos un poquito el whatsappeo con correligionarios durante los partidos del Barça. Pero no siento temblores, ni alucinaciones… Debo confesar que en algún momento me ha parecido percibir una vibración (com una rampeta) en el muslo, como si el móvil fuera un miembro fanstasma. Vamos, que no solo se puede vivir sin móvil, sino que se vive bien, no sé, como más suelto, más libre. Incluso mi mujer me riñe menos por no prestarle la debida atención…
11-III-20 Miércoles
¿Asistiremos al prodigio de ver a todos los políticos remando en la misma dirección antivírica como si realmente tuvieran sentido de Estado? Quizás si amordazamos a Cayetana y Abascal… Y, preventivamente, también al vice Iglesias.
12-III-20 Jueves
«El verdadero enemigo no es el coronavirus, sino la histeria. Si triunfa el miedo, el gran perdedor será la democracia, pues el modelo chino aparecerá a los ojos del mundo como el único fiable. El final de la histeria es la tiranía.» Antoni Puigverd en «La Vanguardia».
El objetivo más urgente es evitar el colapso de los servicios sanitarios. La medida más sencilla es que nos distanciemos unos de otros para reducir la intensidad y la velocidad de transmisión. Stop a las concentraciones humanas. Es la hora de Netflix y/o de ese antiguo vicio solitario de la lectura. Y de darle una oportunidad a la serenidad y a la responsabilidad cívica.