Aunque no hay medicamento específico para este virus, el amor sabrá vencerlo y cualquier día de estos, nos darán permiso para recuperar besos y abrazos que ahora tenemos que guardar, y saldremos a la calle como si no hubiéramos estado nunca en ella a disfrutar de nuestra propia presencia. Pero ahora estamos en tiempos de permanecer confinados en un piso durante días que se están convirtiendo en semanas, sin tener que ir ni al instituto ni a la universidad, una juventud y también los que ya no somos tan jóvenes, pero que igualmente necesitamos desesperadamente amar a nuestras parejas, sentir el cálido abrazo, el tacto de la mano amada, el contacto de la piel junto a la piel, la humedad del beso frente a la barrera hecha clausura por culpa de un virus, un mal bicho que no sabe de amor ni de deseo, ni de la vida que da un abrazo, frente al sucedáneo del abrazo virtual o el beso a través de una mascarilla, bromuro terapéutico como máxima licencia sanitaria. Un cuerpo puede a duras penas confinarse, el alma enamorada no, no puede aguantar la separación por mucho que venga al rebufo del dictamen gubernativo. ¿Qué el virus mata? no me diga, con más justo menester por no aguantar más, podemos robar un abrazo, una caricia, el beso que tanto se necesita y la autoridad lo castiga.
¿Pero qué virus es este que prohíbe abrazarse, rozar siquiera la piel del cuerpo amado? Amar a dos metros de distancia no es amar, es como ser un narcisista contrariando lo que Dios dispuso que fuera entre parejas. Si no hay achuchones no hay amor y si no hay amor, estará fallando el lado más humano que Dios nos ha dado. La pandemia del desamor, el virus de cuerpos confinados a la orfandad de la caricia, refinada tortura el abrazo virtual y el beso tras la celosía de una mascarilla. Es como mostrarle a un sediento un vaso de agua y prohibir que beba sin probar lo reconfortante que es el rocío al amanecer.
¿Cómo amar en tiempos del covid 19? Los que saben de estas cosas luchan como jabatos para salvar el cuerpo, nadie parece hacer lo mismo para salvar el derecho de estar enamorado, el derecho a un fuerte abrazo. Claro que necesitamos una vacuna para salvar el cuerpo pero también necesitamos alimentar el espíritu, porque si no, estaríamos trabucando el mandato divino cuando ordenó que creciéramos y nos multiplicásemos, pues eso no se consigue con promesas de abrazos y besos por cumplir.
El virus contra el amor solo puede ser obra del demonio, una más de sus maldades, solo a un ser perverso, sin alma ni corazón puede dejar a la juventud sin colegios ni universidades, para añadir que besos y abrazos están prohibidos. Una cosa así ni siquiera venía contemplada en las siete plagas de Egipto, y eso que según cuentan las crónicas aquello fue de no te menees.
Este virus ha venido completito, se está cargando la vida, el único derecho que se adquiere al nacer, la economía, el mundo laboral y también ese derecho irrenunciable de amar, de comernos a besos, tener juventud es tener todo el derecho a ser amado, y si no se tiene juventud, hay que seguir amando, pues es lo más bello de la vida, aunque el virus en su maldad pretenda mutar en bromuro castrador. Como ya dejé dicho, tanta destrucción ni siquiera venía contemplada en las plagas de Egipto.