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Les coses senzilles

El día de la mona

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Hoy, lunes de Pascua, es el día de la mona. Es un día festivo en casi toda España. Tradicionalmente, las familias se reunían para comer y degustar la mona de Pascua. La mona de Pascua es un dulce típico de la repostería española. Simboliza que la Cuaresma y sus abstinencias se han acabado. Pero el nombre viene del árabe munna o mouna, y era una exquisitez que los musulmanes regalaban a sus señores. Entre nosotros, el padrino regala la mona a su ahijado el domingo de Pascua, después de misa. La costumbre era salir al campo para comer este dulce en familia, y cascar el huevo de la mona en la frente de algún familiar. Solían organizarse meriendas campestres en las que también se comía longaniza, chuletas de cordero, conejo a la brasa, paella, chocolate, vino, etc. Hoy todavía compiten las pastelerías para exhibir en sus escaparates las monas de chocolate más espectaculares, y ahí cabe todo lo que puede producir la imaginación y la habilidad artesanal. En Valencia se consume la mona llamada panquemado, con forma de serpiente o de mono, con huevos de pascua pintados y con anisetes de colores. En Cataluña y Baleares la mona tradicional mantiene los huevos cocidos y pintados de colores, adornada con pollitos, plumas, almendras, grageas de chocolate y merengue; pero actualmente se lleva la gran mona de chocolate negro de dimensiones apabullantes. En el País Vasco existe la Opilla, que es una adaptación la mona, pero la regalan las madrinas el día de San Marcos, a finales de abril. En Orán, todavía se elabora un bollo denominado «la mouna».

Estamos viviendo la pandemia del Coronavirus y a lo mejor, quién sabe, algunos pasteleros habrán elaborado la «deliciosa» jeringuilla de chocolate con la correspondiente vacuna. Uno ya no sabe cuándo le va a tocar la vacuna ni cuál de ellas le van a administrar en el mejor de los casos. Pero que no falte la mona. Que no falte la alegría de vivir, pese a los tiempos difíciles; que no nos consuma el pánico, la angustia ni el desánimo. No vamos a poder salir al campo a comer la mona –que ahora es más cosa de nuestros niños--, ni a merendar en familia, beber vino y coger «la mona». No tenemos que contribuir a la propagación del virus, sino todo lo contrario. Pero podemos acordarnos de estas tradiciones en la «nueva normalidad», esperando que se convierta en normalidad absoluta para muy pronto, tal como vaticinan los optimistas. Y no cabe olvidar lo que dicen, que aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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