El campo -léase la actividad agrícola-ganadera- es un sector estratégico para Menorca, tanto para la diversificación de la economía local como para mantener el paisaje rural que es uno de los activos principales de la Reserva de Biosfera.
Los llocs de Menorca, cuyos payeses y propietarios se niegan, con razón, a ejercer de meros jardineros del paisaje menorquín, subsistirán si obtienen una mínima rentabilidad. Han de generar rentas para garantizar una vida digna y con suficientes recursos para todas las familias que vinculan su trabajo y esfuerzo al sector primario.
Y podríamos añadir los valores patrimoniales, la riqueza etnológica, así como toda una cultura, tradiciones, usos y costumbres expresada por la sabiduría payesa, transmitida durante generaciones. Ciutadella, por ejemplo, los cavallers que integran sa qualcada han de ser l'amos, fills de l'amos i missatges. Todo este mundo, tal como conocemos ahora, irá despareciendo a medida que vayan cerrando las explotaciones agrarias en esta Isla.
Quienes propugnan la sostenibilidad y reivindican la via menorquina del creixement con una economía diversificada prohíben expresamente, en la revisión del Plan Territorial Insular, que las cases de lloc puedan generar rendimientos ligados al turismo. Una exclusión que perjudica al campo al negarle unas oportunidades que dan a otros sectores. Lo denuncia la Asociación de Empresarios de Explotaciones Agrarias de Menorca al reclamar, con razón, que las viviendas ya construidas -porque no se trata de construir otras- puedan dedicarse a la comercialización turística, teniendo en cuenta que somos un enclave ideal para el turismo familiar. «Sería un balón de oxígeno para contribuir al costoso mantenimiento de las fincas», escribe David Baret. Coincidimos. Pero quienes gobiernan en el Consell lo impiden.