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Contigo mismo

Pablo Díaz, sobre referentes y botellones...

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La ética es saber la diferencia entre lo que tienes derecho de hacer y lo que es correcto hacer»

Potter Stewart

¿Se puede educar sin referentes éticos? La respuesta –lo sabes- es meramente retórica. Y negativa. Pero hubo un tiempo en que un falso progresismo pensó que sí. Tal vez porque, en el pasado, se había abusado de estos y la elección de los mismos no había sido excesivamente afortunada. Os enfrentasteis, en este punto, pues, a la ley del péndulo, a la que sois tan dados los españoles (¡perdonen el uso del término!). En roman paladino: pasasteis de una sociedad en la que todo era pecado a otra en la que nada era pecado… Blanco o negro. No faltaron voces autorizadas que, entonces, advirtieron de que el izquierdismo verdadero no era eso. Y tú mismo, modestamente, escribiste: «Un ser humano sin principios es como un coche sin frenos. Tarde o temprano se estrellará contra algo o contra alguien…». Hoy, de manera igualmente humilde (tu voz carece de toda importancia) añadirías: «Y hay, ya, demasiados coches sin frenos circulando». Tal vez lo acaecido en Mallorca y en Menorca con esos grupos de jóvenes (y sus respectivos padres) sea (es) un claro ejemplo de lo dicho. Jóvenes y padres que, probablemente, jamás leyeron las palabras de Potter Stewart que anteceden al artículo y que, ahora, iteras: «La ética es saber la diferencia entre lo que tienes derecho de hacer y lo que es correcto hacer». Existirían otras posibilidades. A saber: «La honestidad es la mejor de todas las artes perdidas» (Mark Twain). O «el examen de conciencia es la mejor almohada para dormir» (San Ignacio de Loyola). O...

2 Ahora bien: para educar, para ese bellísimo y salvador arte perdido, para poder dormir con esa almohada luminosa, se precisa, sin duda, de referentes... ¿Con cuáles cuenta, actualmente, un adolescente?

¿Son buenos referentes    los padres de los quinceañeros de hoy?

¿Es un buen referente el presidente del Gobierno?

Paréntesis atípico: El presidente anuncia que no habrá ni referéndum ni amnistía. La ciudadanía ya sabe, pues, que sí los habrá…

¿Son buenos referentes algunos artistas? ¿Algún que otro ventrílocuo, por poner solo un caso? ¿Los famosillos de bragueta y pandereta?

¿Son buenos referentes ciertos contenidos de internet?

¿Son buenos referentes los iluminados supremacistas que, con violencia incruenta, pero violencia al fin y al cabo, quieren imponeros sus sueños oníricos desde la más inamovible terquedad?

¿Es/Son…?

¿A qué se aferra, pues, en el presente, un chaval? ¿Cuáles son sus asideros?

Y entonces…

Y entonces, de repente, aparece un caso aislado. Un inusual ejemplo a seguir: el de Pablo Díaz, ganador del bote de «Pasapalabra». Un chaval que manifiesta que, para ser feliz, únicamente necesita del amor de su novia, poder ayudar a sus padres y a su abuela, tocar el violín (algo que hace de manera virtuosa) y seguir, seguir aprendiendo... Un muchacho que, a lo largo de su participación en el concurso, ha dado muestras de una exquisita educación y manifiesta bondad... Un joven que declara ser poco partidario de los botellones, pero no así de las charlas reiteradas entre amigos... Ese joven que, por lo sabido después, contó con el verdadero amor de unos padres, ese amor valiente que corrige los errores de los hijos, en vez de justificárselos...

Y a ese buen referente, a ese sí, Hacienda, en el país de la corrupción que nunca se acaba, le sisará casi el cincuenta por ciento de su premio, el que obtuvo tras años estudiando y acariciando palabras…

¿Lo de Mallorca? ¿Lo de Menorca? ¿Lo de los botellones? ¿Qué esperábais? ¿Acaso que un limonero diera plátanos?

¡Qué triste todo, de verdad! ¡Qué triste y nauseabundo!

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