Directo a la mandíbula, ¿nos ha quedado claro ya, queridos lectores, que vamos a velocidades imposibles persiguiendo metas inalcanzables, y que esa manera de vivir es un error? ¿Tenemos ya claro, también, que la vida sin música, sin literatura, sin cine, sin arte, grande y pequeño, sin lúpulo y sin amigos es una mierda como un piano de cola? ¿No es obvio que el odio vende, y que los políticos xenófobos, homófonos, misóginos, clasistas y anti demócratas lo saben y lo usan de forma magistral para subir como la espuma en apoyos y poder? ¿No es nítido como el agua más cristalina que las tierras y los mares de este planeta en el que vivimos, tienen los días contados por obra y gracia de la depredación humana? Y por último para este primer párrafo, ¿no es evidente que el homo sapiens ha pasado a homo consumens y este a homo fessis- cansado- casi sin darse cuenta? A falta de respuestas, toma batería de preguntitas, con perdón.
Pues nada, a seguir corriendo detrás de la zanahoria atada al palo hasta el infarto final. Y lo más perverso de todo, es que ya no hace falta nadie que nos explote, no autoexplotamos hasta la caja de Iboprufeno por semana, nos autoexplotamos hasta el Diazepam cada noche, nos autoexplotamos solo porque nos han metido a fuego que «querer es poder», obviando que no todos tenemos las mismas cartas al nacer, que los hay que nacen con cuatro ases y otros con cuatro doses, y que por lo tanto es muy injusto vendernos la cultura del esfuerzo para hacerles creer a los que no llegan que es por culpa de ellos, que son unos perdedores, un desecho, y encima tienen que aguantar la arrogancia de los nacidos en cunas de oro cuando les gritan vagos, subsidiados, parásitos del sistema, madre mía que nivel que se gastan.
Gracias a Nietzsche conseguimos matar a dios, pero no hay manera de quitarse de encima el alma de siervo por más que Hegel nos lo explicara hablando de la dialéctica del amo y el esclavo, pido disculpas si alguien se molesta, pero como dice la filósofa y escritora Nerea Blanco, recurro a mis «amigos muertos», que le dieron un poquito a eso del coco, para intentar entender algo, aunque solo sea un poquito.
Y aquí estamos, en un verano que igual dejará de ser verano porque el bicho va loco, aguantando unos precios de la luz que baten récord tras récord, un precio de la vivienda que alcanza precios obscenos, una cesta de la compra a coste de «vendo oro», unos sueldos de risa que dan pena al que vende su tiempo y pingües beneficios al que lo compra, una Menorca rara, porque está dejando de ser deliciosamente ecléctica - cuando recibía turismo de muchas culturas y diferentes clases y poder adquisitivo - para jugárselo todo al «cayetanismo» patrio o francés, un mundo del «sálvese el que pueda» y de «tonto el último e idiota el penúltimo», menudo lienzo tan bonito que se nos está quedando.
Vale, bueno, ahora qué, eres un aguafiestas con tanto pesimismo y tanta realidad, dan ganitas de llorar contigo. Pero la lloraría está llena, así que dejémosela a los que realmente la necesitan. Les he dicho ya que la vida sin amigos y sin lúpulo es una… pues, eso charlitas y cañas bien tiradas para parar el tiempo, para dejar la acción, para que la zanahoria atada al palo se pudra y así ya no engañe a nadie, para dejar de producir un instante, para pensar y reflexionar durante un ratito, para tirar del freno de mano con todas nuestras fuerzas y esperar a ver qué pasa, igual nos sorprendemos para bien. Feliz jueves.
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