«Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud.»
Quino
Afirman los expertos que todos soñamos, incluso aquellos que dicen no soñar. Negacionistas. Pero benévolos. No como esos otros que, paranoicos, se juegan la vida propia, pero -¡insolidarios!- también la ajena. Lo que ocurre -según los especialistas- es que algunos pueden evocar lo soñado y otros no. Tú eres de los primeros. Aunque, cuando lo onírico es aterrador, el cuerpo -¡que sabiduría la suya!- lo elimina de la memoria a pasos agigantados. Y, en esa tesitura, aunque te obstines en rememorar lo vivido, ya no puedes. Predominan -¡qué marranada!- los sueños malos sobre los buenos. Por mayoría absoluta que ya bien quisieran para ellos los políticos de pro… Comentan que cada sueño –lamentas la reiteración del término- es la suma caótica de tres factores: lo que te ha ocurrido, lo que te gustaría que te ocurriera y lo que temes que te suceda… No anduvo desencaminado quien elaboró esa tesis. De hecho, cuando examinas una ensoñación fantástica, absurda, te encuentras, generalmente, con esos tres elementos. Entonces, recuperada la lógica, te asedas. Sin embargo, hay algunos sueños que se resisten a cualquier tipo de análisis y esos, de verdad, cabrean… Por cierto: ¿se han parado a pensar si sueñan en color o en blanco y negro? Tras largas deliberaciones y dudas, el otro día diste con la respuesta, porque en una de tus ensoñaciones viste, inundado de rojo, ese coche al que tanto echas de menos…
Se dan, incluso, alucinaciones -¡entiéndase el término!- que se repiten una y otra vez, como esa, personal, en la que has vuelto a Barcelona, ha finalizado el curso universitario, has de abonar la cuenta de tu pensión y no tienes con qué… O ese otro en el que el barco está a punto de zarpar -¡de estudiante siempre viajabais en barco, por razones meramente económicas!- y tú estás ahí, alelado, sudoroso, con la maleta sin hacer… Son espejismos harto realistas porque algo hubo, antaño, de eso…
- ¿Para cuándo una fantasía erótico festiva? -te preguntas-.
- ¡Natural! –te contestas-.
Cada mañana esas historias surrealistas -¡magnífico subconsciente!- se deshacen, no obstante, como azucarillos en el café esperanzador de la mañana, devolviéndote a la realidad…
Y en esa realidad… ¿Habréis olvidado vuestra capacidad de soñar? ¿De soñar en mayúsculas, despiertos, tal y como lo hicieran los grandes hombres que remodelaron el mundo, mejorándolo? ¿Habréis perdido vuestra capacidad de lucha? ¿Habréis renunciado a la utopía? ¿Al coraje? ¿Dónde anidan en el presente los grandes soñadores? ¿Se han rendido ya las tropas de la decencia?
2 ¡Soñad! ¡Soñemos! Parafraseando a Martín Luther King este es tu sueño de este martes y tu anhelo, no para ti, sino para las generaciones venideras y para las personas a las que amas y forman parte de tu familia y para los adolescentes del aquí y ahora y para los que aún tienen un largo porvenir. Ese sueño que podría ser, igualmente, el vuestro: «Sueño que un día esta nación se reconciliará definitivamente y vivirá, por fin, en paz, sin «cainismos», fiel al verdadero significado de su credo: «Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales y que debemos respetarnos, independientemente de nuestras convicciones y discrepancias» (…) Sueño que un día, en cualquier recodo de este Estado, los hijos y nietos de los antiguos contendientes, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad. Sueño que un día las lenguas no serán utilizadas para el enfrentamiento, sino para la fraternidad y el reconocimiento de la riqueza lingüística de una tierra… Sueño que los que me sucederán podrán coexistir finalmente en un país en el cual no serán juzgados por su ideología, su sexo, su religión o su ateísmo… Sueño en un segundo y definitivo gran abrazo. ¡Tengo un sueño! E iré a por él» ¿Se apuntan ustedes?
Porque no te gusta -¡ y a tantos!- lo que hoy estás viendo y padeciendo…