Un buen amigo me hace ver que la mayoría de los llocs o posesiones del campo menorquín están ya en manos extranjeras. Debe de ser la última dominación. Ya se sabe que nuestras islas han sido tierra de paso para muchas civilizaciones. Romanos, árabes, catalanes, ingleses, franceses y ahora comerciantes turísticos cuya intención primordial es constituir hoteles rurales y atraer el turismo caro que no solía asomar por aquí. En ese sentido supongo que habrá mucho por hacer, que no basta con establecer habitaciones con vistas, piscinas de lujo y restaurantes caros de aquellos que suelen servir el hambre en forma de multitud de platos semivacíos, trenzados con líneas de salsa más o menos artísticas. Supongo que habrá mucho por hacer y que se tendrá que promocionar también la cultura autóctona, el legado talayótico, la historia «aborigen», la nostalgia de la industria no turística, la presencia de una lengua diferente del «español» –epañó— para algunos camareros y del inglés –inglé— a menudo maltratado por los mismos sirvientes capaces de pronunciar por ejemplo stick tartare –garrote tártaro— en lugar de steak tartare –filete tártaro. Pero así es, los nuevos terratenientes pueden ignorar hasta las sutilezas de su oficio en aras del negocio que también deberían cuidar con verdadero mimo.
Ahí es donde entran los payeses, entre otras cosas. Los payeses de los llocs –fincas— convertidos en hoteles rurales suelen tener los días contados, y con ellos el ganado y la explotación agrícola. Tradicionalmente los payeses vienen trabajando el campo en régimen de usufructo, pero en las nuevas explotaciones rurales no tienen nada que usufructuar. La agricultura en Menorca es mayormente de secano, porque la tierra es pobre y en algunos tramos más que tierra es un pedregal. Para este tipo de terreno lo ideal era amontonar las piedras en cercas de pared seca y dejar pastar el ganado dentro de las parcelas o «tanques». ¿Pero qué hotel rural es tan rural que puede permitirse amenizar las veladas con mugidos de vacas y bueyes, balidos de ovejas, cacareos de gallinas, cantos de gallos, ladridos de perros, rebuznos de asnos, etc. y perfumar el ambiente con el fascinante olor de los excrementos? Ninguno. Lo del campo tradicional está muy bien en unas cuantas fotos de época bien enmarcadas, unos cuantos aperos de labranza bien imitados --que quedan muy monos-- y cuatro explicaciones folklóricas. Y para el payés y familia la consecuente recisión del contrato.