Aunque en alguna ocasión Vox ha negado ser de ultraderecha, el ideario que defiende lo es con claridad. La reciente reunión de Santiago Abascal con los actuales líderes de Hungría y Polonia no ha hecho más que confirmar su posicionamiento en el extremismo político y su apuesta por las malas compañías.
La periodista norteamericana Anne Applebaum expone en «El ocaso de la democracia» la deriva autoritaria que están experimentado Hungría y Polonia con los gobiernos de Viktor Orbán y Andrzej Duda. La premio Pulitzer afirma que esta nueva élite autoritaria utiliza teorías conspiratorias, el miedo a los inmigrantes, el sentimiento de nostalgia por un pasado de supuesta grandeza, el ultranacionalismo, las mentiras sistemáticas y la cámara de eco de las redes sociales como elementos para llegar al poder y controlarlo con medios ilegítimos.
«Tanto Ley y Justicia, en Polonia como el partido Fidesz de Viktor Orbán, en Hungría – señala Appelbaum- han dado grandes pasos con miras a la destrucción de las instituciones independientes y, como resultado, ambos han colmado de prebendes a sus miembros».
La Comisión Europea, que no es precisamente un club bolchevique, insiste en que en ambos países excomunistas se han aprobado algunas leyes que están vulnerando las reglas de juego de la democracia.
En tiempos de Big Data y cámaras de vigilancia, dar opciones de gobierno a partidos iliberales (sean de derechas o de izquierdas) puede ser un terrible error y un gran riesgo de suicidio político.