Estoy escribiendo esto en vísperas del inicio del otoño, el 26 nacerá y aquí vamos a tenerlo durante una temporada remojándose y remojándonos de esas anunciadas tormentas con las que la madre naturaleza intenta recordarnos que no estamos haciendo las cosas tan bien como creemos. Yo el 26 pienso levantarme a las 3,04 de la madrugada para ver desde la ventana de mi dormitorio si va a ser un día diferente o si pasará como con los cumpleaños, que te pones un año más un día y al día siguiente sigues siendo igual de feo, antipático y cargado con los mismos problemas sin saber como solucionarlos. Como en la primavera, yo no sé si los poetas van a estar muy inspirados, porque hasta la caída de las hojas anda fuera de temporada, van por libre desde hace ya días y si a eso le sumamos los interrogantes ya conocidos como la guerra, la electricidad, el gas y la carestía de prácticamente todo, la verdad es que no estamos que digamos para cantos de sirena. Seguramente la mayoría de ustedes recibirán ofertas de braseros ya saben, esos olvidados artilugios que nuestros abuelos utilizaban bajo las camillas para calentar sus pies, que debían remover de vez en cuando el carbón y que soltaban algún pestazo insoportable, porque así como andan las cosas, no me extrañaría que volviéramos al condenado carbón desenterrando viejas leyendas y prohibiciones. Todo está por ver en nuestras vidas y todo puede llegar a volver a ser aceptado.
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