El metaverso de Mark Zuckerberg se está dando de bruces con la realidad. Al multimillonario estadounidense todo le está resultando adverso y diverso de lo que esperaba. Su invento pierde dinero y los despidos de trabajadores son el efecto perverso de la mala cabeza y el malverso del patrón.
La mayoría de personas prefiere la realidad a ese universo virtual, ese universo de mentirijillas al que llaman pomposamente metaverso, aunque los gurús de la tecnología nos quieran convencer que es más divertido que la Biblia en verso, lo cual la verdad no es muy difícil.
Algunos cosmólogos han aventurado la hipótesis (indemostrable, por otra parte) de que nuestro universo es solo uno de los muchos que existen, o sea que en realidad habitamos en lo que denominan un multiverso. Así el tan cacareado metaverso sería un multiverso de andar por casa. Y si les parece un concepto disperso, mejor alejarse de él, no vaya a ser que uno se vuelva un converso de algo que existe más allá de los límites de la realidad, lo que en verdad significa que no existe o, como mucho, es su reverso.
Antes de adoptar el metaverso, mejor intentemos arreglar un poco nuestro planeta, que es el lugar donde todo el mundo anda inmerso.