El tiempo de Carnaval nos recuerda que la identidad puede ser muy pesada, a veces. Pero podemos cambiarla si nos apetece para parecer otro, otra u otre durante un tiempo prudencial. Es liberador, siempre que no se te vaya la olla y te aquijotes completamente. No puedes ir todo el año disfrazado para que no te reconozcan por la calle (sobre todo si tienes deudas) y poder descansar un rato de ti mismo. Durante unos días es aceptable socialmente, ya que está regulado como tradición festivo-jocosa previa a la Cuaresma. Y a la gente, por lo visto, le gusta más el cachondeo que el ayuno. Antiguamente, era un tiempo de permisividad y descontrol que ahora se ha extendido a todo el año. Nos hemos vuelto hedonistas y transgresores.
Puede que nos tomemos las cosas demasiado en serio pero es difícil tomarse a cachondeo cosas de la actualidad que son muy tristes y horrorosas. Cosas que no admiten ni media sonrisa y son más de llorar y de indignarse.
Lo que molesta es que haya tanto petardo, palabra que proviene del francés y es polisémica. Puede ser un artilugio pirotécnico que hace ruido al explotar o un porro en lenguaje coloquial o una persona que nos resulta fastidiosa. O alguien poco competente en su cometido. Incluso algo de mala calidad o dícese también de una cosa pesada o aburrida. En fin, con tantos significados posibles, solo puedo decir que lo que me molesta mucho, y cada vez más, es que haya tanto petardo.