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En pocas palabras

Están pero no los encuentras

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Acudes a ellos siempre en busca de algo valioso, son esos anuncios que te ofrecen lo necesario y lo superfluo a precios rebajados y que buscan en ti despertar    tu interés o simplemente ojearlos por morbo ante lo absurdo porque, a quien podría interesar un motor sin carrocería, unos coladores sin orificios, un décimo caducado o un jilguero afónico, pero también una compañía, la de un amor o una amistad sin tiempo limitado por una hora, un año o para siempre, donde llegarías a dar una mano o el brazo entero a cambio de unas pocas palabras o de unos dispuestos oídos a escucharte, donde el calor de lo incorrecto sirva como calzador para calzarte el alma ya desgastada, sin brillo y estrecha por tantas y tantas promesas incumplidas.

Sabes muy bien que tu anuncio ya no lo lee nadie porque a nadie interesa lo que ofreces, ya te pasó el tiempo en que muchos estaban dispuestos a robarte tus sueños porque eran únicos y ya situado en la acera de tu calle, siempre en la acera de enfrente, sonreirás tímidamente a un saludo que ni siquiera era para ti pero que te encantaba robarlo y cuando estás a punto de dejar tu diario sobre el banco de ese silencioso parque, un fugaz vistazo a su primera plana te anuncia que te estás quedando sin agua, que las verduras y las frutas debido a la sequia serán escasas y más caras, que seguimos sin confiar en las desaladoras, que queremos seguir vendiéndonos como Reserva de la Biosfera, pero sin saber muy bien si esa imagen sigue estando viva. Y mientras invertimos millones en programas absurdos y de corto trayecto, aquí se nos están secando nuestras soluciones. Y tu piensas que sabes donde están pero eres incapaz de dar con quienes tienen la solución.

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