Es una verdad catedralicia que la aproximación de las elecciones impulsa el estado frenético de los candidatos y sus partidos, en general, para convencer al electorado con toda clase de compromisos, muchos de ellos de dudosa ejecución. Especialmente aquellos que gobiernan y ahora prometen hacer lo que no han hecho durante su mandato resultan graciosos, como sucede a nivel nacional con las miles de viviendas públicas que asegura y multiplica a diario Pedro Sánchez, por ejemplo.
En los meses que preceden al inicio oficial de la campaña, equivocadamente denominado por algunos el tiempo de la basura, se acaban obras con cierta precipitación y se anuncian nuevas mejoras de todo tipo. El propósito queda implícito pero no por ese motivo dejan de tener trascendencia o deben ser cuestionadas por el momento en que se hacen.
Algo así ocurre con el inminente inicio del proceso de peatonalización en la plaza de Es Born, impulsado por el PSM que regenta la alcaldía de Ciutadella. Se trata del destino final que, con el tiempo, acabará convirtiendo a la antigua plaza de armas en uno de los espacios abiertos más lustrosos y espectaculares del Archipiélago por su amplitud y por la belleza de los edificios que la circundan.
La desaparición del tráfico rodado es determinante. Se trata de la tendencia que se sigue desde hace al menos tres décadas en todos los centros históricos de ciudades y pueblos que se precien para devolver al peatón el espacio que le habían hurtado los vehículos y convertirlos en lugares de convivencia amables, en escenarios urbanos naturales para todo tipo de actividades.
Que la retirada de los coches y motos se vaya a iniciar ahora no merece una exclusiva interpretación electoral porque es una cuestión abordada hace años. Los aparcamientos perdidos estarán compensados junto al OAR. Por tanto, peatonalizar, en parte, la plaza en el arranque del verano puede ser la mejor manera de comenzar a disfrutar de ella y observar, en la práctica, las opciones que ofrecerá su nueva configuración.