El debate político tiende al daltonismo y no me refiero a un duelo entre los hermanos Dalton, sino a una distorsión de los colores propia de una persona daltónica. Aunque lo parezca nada suele ser blanco o negro.
El Plan Territorial Insular, por ejemplo. No es bueno ni malo absolutamente. Creo que es verdad que ha sido una herramienta útil para proteger el territorio y en cambio se ha visto insuficiente para ayudar a paliar los obstáculos para el acceso a una vivienda. Ha permitido mejorar infraestructuras con criterios de moderación, pero no ha servido para avanzar en resolver el problema de los hortals.
Pero en todo planeamiento importan también los pequeños detalles porque al final pueden tener grandes consecuencias. El PTI de 2003 corrigió algunos de los fallos y riesgos para el futuro con una modificación puntual en 2006, que resultó insuficiente. La prueba es que la operación de «esponjamiento» de Son Bou ha sido un fiasco por sus consecuencias, con indemnizaciones millonarias para Cesgarden y Princesa Son Bou. Cuando estas dos empresas recurrieron a los tribunales, el grupo Meliá también podría hacerlo hecho. La pérdida de derechos era similar a los otros casos. Quizás, es una hipótesis, los directivos de la empresa entendieron entonces que construir otras torres en primera línea de mar como las de los dos hoteles levantados en la década de los 70 era una expectativa inviable, anacrónica.
Esa demanda ha tardado 20 años en llegar a los juzgados. Lo que pretende ahora Meliá no es volver al pasado, sino modernizar sus hoteles más viejos, siguiendo el estilo del que tienen en Cala Galdana. Es verdad que el PTI de 2003 se ha desenvuelto en los tribunales bastante bien. Casi todos los contenciosos los ha ganado el Consell. Pero en este caso, al igual que en el del parque acuático de Biniancolla, habría que apurar la negociación en defensa del interés público, de la economía y del paisaje.