Probablemente estés hasta los mismísimos adornos navideños de la Navidad. Que es tiempo de paz, de ilusión, de alegría... Que puedes caminar tranquilo por la calle y el único riesgo es que pilles un colocón con el exceso de dopamina que reina en el ambiente. Sí, a mí también a veces se me hace duro.
Hay pocas cosas en las que prácticamente todo el mundo esté de acuerdo y creo que la magia o el poder de la Navidad reside en que nos invita a estar más de buen rollo, encontrarnos noticias positivas y a intentar tratar al prójimo con un poco más de empatía por si, al final, es verdad que Papá Noel, los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez o el mismísimo Bob Esponja está mirando.
Por eso, el otro día, me llevé un chasco. En estas fechas, apareció una noticia relacionada con el número de personas que no superaban el cáncer. No cuestionaré qué se debe publicar, ni cómo ni el enfoque. Estando a las puertas de Nochebuena y sus reuniones familiares, y pensando en toda esa gente que hará un acopio de valor cuando las ganas son mínimas, yo hubiese titulado en cuántos valientes están luchando, están plantándole cara, se aferran a la vida con todas sus fuerzas y con las de quienes les rodean. Pensando que quizás ese reencuentro cargue las pilas y las energías por encima de sus posibilidades.
Prácticamente todos tenemos a alguien que está luchando contra esta maldita enfermedad. Hay quién ya la ha ganado, hay quién está en ello y hay, tristemente, quién luchó hasta el final independientemente del resultado. ¿Sabes? Me gusta pensar que quien lucha hasta el final, con todas las fuerzas, planta cara con un valor y un coraje encomiable, no pierde la lucha, se gana el derecho a descansar, a poner punto final a un dolor insoportable, propio y familiar. Puede que no gane, pero ni por asombro pierde.
No digo que se eviten ni se escondan las malas noticias, solo que se pospongan en la medida de lo posible hasta dentro de tres semanas. Tenemos un año para hablar de lo que sea, pero solo tres semanas al año para querernos como nunca nos hemos querido. Para que se olvide la palabra derrota y no se olviden a esos guerreros.
Puede que te parezca estéril, pero si estas navidades tienes la posibilidad, abraza, hazlo con los brazos y con el corazón, sin esperar a que te lo pidan, sin pedir que te lo devuelvan. Abraza a esa persona que lo necesita y dale tu fuerza para que luche. Para llenar nuestro día a día de buenas noticias.