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Historia y humanismo

Un nuevo contrato social en la era de la incertidumbre

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Estamos en un momento de enorme crispación social y de una gran polarización ciudadana, por lo que es importante volver a pensar en el sentido y el alcance de los pactos sociales que vertebran el estado del bienestar.

Han crecido las desigualdades económicas, el desempleo (por mucho baile político que se haga con las cifras) y las dinámicas productivas, a pesar de que se ven favorecidas por el avance tecnológico y digital. Por otro lado, ha aumentado la esperanza de vida. Ante estas nuevas realidades hemos de pensar en lo que nos une, en aquellas cosas que nos permiten permanecer juntos y buscar un horizonte común. Hay que alcanzar un nuevo contrato social.

Desde un punto de vista sociológico es necesario un cambio de mentalidad, incluir en un nuevo contrato social el altruismo hacia las generaciones actuales y las futuras. Deberíamos ser capaces de destacar la importancia del amor, la solidaridad y el diálogo, así como de la educación, la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente para poder construir un presente y un futuro mejores.

Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social de España, habló en la Fundación La Caixa sobre esta necesidad, y definió el contrato social como el pegamento que necesita una sociedad para poder desarrollarse de forma armoniosa, para ser capaz de gestionar los conflictos y para que la democracia no caiga en la barbarie a la que parece dirigirse en los últimos tiempos. Un acuerdo que permita una sociedad liberal que se mantenga unida en los propósitos fundamentales.

Todo contrato social tiene tres rasgos: es voluntario, ya que no se puede pactar con nadie para hacer algo que no quiere, y es la voluntariedad la que le da al pacto una capacidad de mejora para todos; tiene que afectar a reglas básicas; surge en un momento de incertidumbre, cuando dudamos si podremos    tener un seguro de desempleo o si las pensiones corren peligro, incluso si podremos acceder a una sanidad pública.

En la Era de la Incertidumbre deberíamos avanzar juntos. Costas nos recuerda el proverbio: «Si quieres ir rápido ve solo, pero si quieres ir lejos ve acompañado», y añade que ahora el contrato social debe ser diferente a los anteriores. Deberíamos, por ejemplo, trabajar por los buenos empleos, para más personas y en más lugares del país, porque «resulta muy difícil de entender que en Europa, sólo Rumanía esté por delante de nosotros en pobreza infantil».

La sociedad debe estar bien informada, porque si no es así, las personas estarán a disposición de aquellos que quieren venderle cualquier idea. Ser una sociedad culturalmente formada e informada es un derecho fundamental que evita quedar a merced del populismo o de las ideologías. Un Gobierno nunca podrá manipular una sociedad informada.

Es necesario construir un nuevo contrato social porque venimos de un mundo de certezas que ya no existe y que nos deja, según Costas, dos desafíos existenciales: el cambio climático con su    deterioro medioambiental, y la pérdida de prosperidad colectiva. Yo añadiría que nos deja también una importante pérdida de valores y una sociedad donde la soledad nos invade. Si dejamos que se siga deteriorando el mundo físico, las bases físicas de la civilización que vivimos se destruyen. Y la civilización, tal y como la hemos entendido en los últimos dos siglos, desaparece.

Asegura el presidente del Consejo Económico y Social que si no somos capaces de que    la prosperidad que genera la economía se distribuya de manera ecuánime entre todos, desaparecerá la sociedad liberal, la democracia y seguramente el capitalismo.

Afrontar los nuevos retos es cosa de todos, hay que pensar en grande y actuar desde lo pequeño, ya que es la única garantía de avanzar. Frenar el cambio climático no es sólo un tema de los gobiernos, ni tampoco depende exclusivamente de que las empresas se comporten de otra manera. Tenemos que involucrarnos todos de forma personal, concienciarnos de nuestro comportamiento a nivel individual y colectivo. Si en nuestros consumos cotidianos no somos conscientes de la repercusión que tiene a nivel global, no tendremos éxito en nuestro propósito común.

Costas también señala la importancia de ser curiosos y educar la curiosidad ya que es más importante incluso que el conocimiento: «Las humanidades son básicas para estar equipados para la vida y las situaciones a las que la vida nos vaya enfrentando. Humanidades es leer los clásicos e, incluso, leer historias de santos».

Las cosas malas llegan por sí solas, las cosas buenas llegan cuando te levantas y empujas. Hay que comprometerse en poner la justicia por delante de las cosas. El cambio no es rápido, es gradual y exige un esfuerzo constante y mantenido en el tiempo.

Hace unos días, en el Ateneo de Mahón, Miquel Camps, coordinador de política territorial del GOB, recordaba que fue la sociedad menorquina la que paró la excesiva planificación urbanística de la isla allá por los años setenta. Si la sociedad se pronuncia claramente y se involucra, marcaremos a los políticos los objetivos que realmente elegimos.

Para construir una vida armoniosa y fructífera necesitamos valores compartidos y trabajar con esperanza y optimismo.

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