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Existe la creencia generalizada de que los escritores, pintores y músicos trabajan por amor al arte. Y sin embargo no viven por gracia del arte, sino que comen, beben y se refugian en casas como el común de los humanos. Entonces, ¿de qué se alimentan? Sencillamente, de otros trabajos. He conocido a grandes autores que confesaban ser escritores de domingo por la tarde, que es el tiempo que les dejaba libre el trabajo y los demás quehaceres, en lugar de mirar el fútbol por la tele.

Cuando un autor logra publicar un libro, lo cual no es nada fácil, sus amigos, incluso sus conocidos, le dicen, ¿a ver cuándo me regalas un libro? Y sin embargo a él no se los regalan. Tiene que pagarlos con un pequeño descuento de autor. Cuando un pintor se encuentra en la misma tesitura, suelen decirle lo mismo, ¿a ver cuándo me regalas un cuadro? Y sin embargo nadie le regala a él los materiales para pintar, ni el trabajo de pintarlos, ni las decepciones y miserias de hacerse con una carrera de pintor. Cuando un músico canta donde le dejan con su guitarra a cuestas le ofrecen conciertos benéficos por doquier y no le pagan un céntimo. Todos estos artistas tienen que estar llenos de amor al arte.

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Una vez me dijeron en cierta sociedad cultural que dijera a Isabel Clara Simó que viniera a dar una conferencia a Menorca, que le pagarían el billete y el hotel, y ella me dijo: «Ni pensarlo, ya le diré yo al carpintero que le pago el billete y el hotel y que venga a hacerme la cocina gratis». Por lo visto el carpintero no trabaja por amor al arte. De hecho, nadie trabaja por amor al arte, todos tienen que vivir, excepto los artistas, claro.

A veces me dicen: «¿Todavía escribes? Hace tiempo que no sacas un libro». Yo suelo contestar: «Desde luego, este año solo he sacado diez, entre novedades y reediciones». Pero debería contestar con otra pregunta: «¿Todavía lees?». O bien: «¿Has leído un libro alguna vez?». Seguramente me dirían que hojearon el librito de la Primera Comunión. Porque solo se enteran por la tele cuando alguien recibe un premio, mayormente el Planeta. Entonces resulta que todo te lo regalan, como si fuera tan fácil obtener un gran premio, y consecuentemente todo lo tienes que regalar.

Una vez, en una comida de amigos, me dijeron: «¿No comes pan?». Dije que no me apetecía y me insistieron: «Estás delante de un panadero y no comes pan». Yo contesté: «Él está delante de un escritor y no ha leído un libro en su vida». ¿Entonces, para qué regalar un libro?