Uno ya tiene sus años y se mueve entre lo que no entiende y lo que no quiere entender, qué quieren que les haga si me he pasado, como una gran mayoría, obedeciendo consejos y leyes cuando los consejos no me llevaron por el camino que esperaba y las leyes, algunas, aceptadas por imposición. Y entre las disposiciones esas que se mueven entre lo ecológico del parto y la duda de si el bebé será agraciado, ahora toca amoldarse al cubo de recogida de desechos bautizado como puerta a puerta.
Me crucé hace un par de días con una señora calle arriba, muy mayor, medio cojeando sujetando con una mano el cubo y con la otra intentando mantener el equilibrio con un bastón y me preguntaba cómo diablos iba a poder bajar su repleto recipiente desde un cuarto piso a la calle sin morir en el intento, pero como lo obligatorio suelen decir que está bien fundamentado, los efectos colaterales van a ser lo de menos, vamos, como en un bombardeo. Pero para no purgar más mi dolorido espíritu, voy a tomarme un buen trozo de queso, soy devorador de quesos, como de casi todo lo bueno y siempre rozando las líneas prohibidas de los galenos, pero qué diablos, el nuestro con denominación de origen que se va distinguiendo más allá de nuestra Isla bien se merece ese bocado y muchos más. En fin, cosas que nos trae la primavera, flores abiertas, capullos en flor y aromas salvajes que nos atontolinan.