Saben ustedes dónde están las líneas, esas que siempre y de forma machacona nos han estado diciendo que no atravesáramos, en el fondo del mar matarile lile ron, como la letra de aquella inocente cancioncilla infantil sobre las llaves que todo nos habrían? No será que con tanto pulirlas a base de falsos amores, cuchilladas traperas y mensajes con doble sentido, las líneas rojas ya han cambiado de color o desdibujado y que están adormecidas a la espera de que alguien las resucite, como ocurre con las blancas de una pista de tenis semi desaparecidas por la rojiza arena de las pisadas sin control?
Tampoco se menciona aquello de poner palos en la rueda y digo yo si será que ya no hay ni palos ni ruedas suficientes. Pero a lo mejor es que la permisividad sin límites, el mal entendido sentido de la libertad, eso de que todo lo tuyo es mío está logrando que las líneas paralelas lleguen a tropezarse unas con otras y que la distancia más corta entre dos puntos, el tuyo y el mío, ya no sea la línea recta sino la distancia hacia el infinito sin esperanzas de rencuentro. Creo valdría la pena que las líneas sin pintarlas de colores vivos nos sirvieran para construir columpios para juegos infantiles, para trazar techos en espacios que cobijen, para dibujar palomas blancas y cómo no, para construir también enormes ataúdes donde enterrar para siempre odios y destrucción.