Alaior ha dejado de ser noticia por la celebración de ferias y lo es ahora por los mosquitos y las ratas que campan a sus anchas en la zona residencial y turística más próxima al Prat de Son Bou. La zona húmeda acumulaba hasta ahora una gran cantidad de agua estancada por la ausencia de lluvias, la inoperancia de la mina que tradicionalmente desaguaba a Talis y la concentración de los efluentes de varias depuradoras que desembocan en el torrente de Son Boter.
Precisamente, el tramo del Camí de Cavalls que cruza el barranco de Son Boter también sufre las consecuencias del aumento del nivel del agua estancada en el Prat con inundaciones constantes que hacen que este sendero, uno de los más concurridos de la Isla, sea intransitable al estar la mayor parte del año totalmente anegado de agua turbia. Una condición que se suma al problema de los malos olores y la coloración oscura de las aguas de la zona húmeda a su paso por la playa de Son Bou. Una situación que se repite cada año y que el propio Govern califica de «riesgo significativo» a pesar de que, hasta ahora, no se había aplicado ninguna medida de control.
Ha tenido que salir en prensa el llamamiento urgente de los residentes y trabajadores de la zona para que se asuman responsabilidades y se abra, precipitadamente y en pleno arranque de la temporada, una zanja hasta el mar que ha obligado a cerrar parte de la playa. A los mosquitos y las ratas se unen ahora peces muertos, máquinas excavadoras entre los bañistas, análisis desfavorables de las aguas, empresarios enfadados por la actuación tardía y la paralización del proyecto de mejora en el tramo inundado del Camí de Cavalls tras vaciarse el Prat. Una tirita que cura momentáneamente una herida mucho más profunda ante el temor de que vuelva a abrirse.
Más vale prevenir que curar, dice el refrán, porque ser previsor, más aún cuando se conoce el riesgo, siempre es un gran acierto.