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La ultraderecha y el género

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Hace mucho que se habla del crecimiento de la ultraderecha fascista, nacionalista y digital en el mundo, y su arrolladora ascensión en Europa tras las elecciones ha sido el único comentario político de la última semana. Sin embargo, quizá por la habitual falta de perspectiva de género, y la manía histórica de ocultar los méritos de las mujeres, apenas se ha resaltado que buena parte de la pujante ultraderecha europea está liderada por dos poderosas mujeres, la señora Marine Le Pen en la dulce Francia, que obligó a Macron a convocar elecciones, y la señora Giorgia Meloni en Italia. Dos ultra mujeres de nivel continental. Aquí no tenemos señoras así, aunque en Madrid ya están en ello con la impetuosa Díaz Ayuso, una ultra que grita libertad con más estilo que el propio Milei. Considerando que el feminismo, junto a la inmigración, son las grandes batallas de la ultraderecha, que combate con saña el mínimo avance femenino, podría parecer raro que en Europa ese fascismo rampante lo lideren precisamente dos mujeres libres, de armas tomar. No lo es, ni tampoco un truco de los fachas para blanquearse, porque mujeres, como hombres, animales y vegetales, hay de todo tipo y manera, y lo único si acaso curioso es que nadie destaque los méritos de Le Pen y Meloni como conquistas en favor del empoderamiento. Porque la ultraderecha, por la influencia religiosa, se lleva fatal con el género, y sin embargo, ahí tienen a estas ultra mujeres, liderándola.

Si aceptamos que cualquier cosa les cuesta a ellas el doble de trabajo y talento, y no hay más remedio que aceptarlo por lo mucho que nos lo han explicado, no quiero imaginar lo que les habrá costado a estas señoras llegar a la jefatura misma de las ultraderechas europeas. Del enemigo. Para Meloni, devota de Mussolini, parecerse a Mussolini ha tenido que ser infinitamente más difícil que para él. Y ahí la tienen, tan campante, fascinando a todos los fachas de Europa incluido Abascal, ese adalid del antifeminismo. Lo que le faltaba al feminismo, que bastantes problemas tiene ya consigo mismo. Normal que no comenten, desde el punto de vista de género, este avance arrollador de las ultraderechas en Europa. Y sí, ya me callo.

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