Llegará un momento en que dejaré de buscar noticias y las que me lleguen sin mi autorización las pondré en cuarentena. Hay dos que me preocupan o intranquilizan: la calidad del aire que respiramos y la contaminación del agua que bebemos, y no debería ser así teniendo en cuenta que vivimos en una reserva de la biosfera. A lo mejor es que no nos hemos preocupado lo suficiente desde su creación, se nos concedió ese título y hemos creído que la criatura con el paso de los años, ya en su madurez, iba a espabilarse por sí sola cuando sabemos sobradamente que hay emancipaciones que nunca llegan a serlo del todo. Vean, si no, a muchos hijos e hijas que quieren despegarse de sus progenitores para hacer vida propia para luego y debido a determinadas circunstancias, verse obligados a regresar al hogar paterno.
El problema que ahora se nos presenta es el de tener que decidir qué hacemos o dejamos de hacer. Llegaremos a tener que salir a la calle con máscaras de oxígeno o pinza de tender la ropa en la nariz, tendremos que dejar de beber del grifo, deberemos por consiguiente aumentar nuestro consumo de agua embotellada y quienes no puedan con ese gasto añadido, ¿recibirán ayudas estatales o se arriesgaran a padecer determinadas enfermedades o a sufrir una severa deshidratación? Puede que a muchos les parezca ciencia ficción lo que acabo de describir, pero ¿cuántas cosas que nos parecían eso se han ido haciendo realidad? Si no se solucionan los problemas y rápido, tiempo al tiempo.