La naturaleza no es solo paisaje, a veces provoca catástrofes como la gota fría de esta semana en Valencia. La historia está llena de desastres naturales, que han asolado zonas de todo el mundo con la pérdida de numerosas vidas humanas. La relación de los humanos con la naturaleza no suele ser de respeto. Nos aprovechamos de ella para la subsistencia pero somos poco agradecidos. A menudo la provocamos y reacciona. Los meteorólogos nos avisan del riesgo a corto plazo y mucha gente no hace caso de los avisos, convencidos de que «no va a pasar». Una DANA como la de esta semana es una tragedia, pero sería un error considerarla como uno de esos episodios catastróficos inevitables que se han producido toda la vida y contra los que no podemos hacer nada. Hay imbéciles que se niegan a aprender. La frecuencia de la gota fría es mayor que antes. El 15 de agosto pasó por Menorca, dejando 200 litros en pocas horas (en Valencia han sido 500). Los científicos nos advierten que esta frecuencia, la presencia de la gota fría en fechas que antes no era habitual, y la mayor intensidad son síntomas de un cambio climático que no somos capaces de revertir. No deberíamos quedarnos solo con el debate sobre si tiene que haber el doble de bomberos a la espera de un nuevo diluvio.
La naturaleza humana se expresa de formas muy diversas. Hay quienes, en una tragedia como esta, son capaces de lo mejor, mostrando una humanidad impresionante, de compromiso y apoyo solidario. Hay otros que prefieren buscar a los culpables y desaprovechar una oportunidad para la humanidad, para que todo siga embarrado.
Es evidente que hay que revisar cómo han respondido los medios públicos a esta emergencia y determinar qué medios hacen falta para mejorar la prevención y la reacción. Pero también es el momento para adquirir otros compromisos de futuro.