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Santo problema

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Se marcha el papa Francisco y, como siempre pasa en estos casos, hay un tanto por cien que se entristece y unos tontos por mil que se alegran, como si su muerte fuese un golpe letal al cristianismo. En los últimos coletazos de la Semana Santa, aquella que celebran creyentes y ateos por igual y bajo el mismo simbolismo, el primer Papa sudamericano encontró el punto final a su vida, que no a su legado.

Estos días se han llenado los medios con personas que han alabado la obra de Jorge Bergoglio y de otras que lo han atacado no solo por la fe. Tranquilo, te escribe un creyente apenas practicante que cree en algo, aunque todavía sigue peleándose para decidir en qué y que no tratará ni de convencerte ni de presionarte. Me parece fantástico lo que opines, siempre que sea desde el respeto, y me parece genial lo que hagas, siempre que no afecte al prójimo.

«Al final todo gira alrededor del amor», se podría resumir. A mí me dará igual lo que creas, lo que opines o lo que digas siempre que sea desde el respeto porque si en algo coinciden todas casi todas las religiones es en la importancia del amor. El mundo, de hecho, iría mucho mejor si nos quisiéramos y nos respetáramos un poco más y nos odiásemos un poco menos. Está claro que tú tienes suficiente potestad para decidir lo que haces, pero también tienes la responsabilidad de responder por ello.

Si pudiésemos pausar un poco este argumento imprevisto, alocado y cambiante al que llamamos vida y nos pusiésemos a escuchar en lugar de oír nos daríamos cuenta de que muchas de las cosas que nos rodean son evitables. El problema, por ejemplo, no es la guerra, es la voluntad del ser humano de hacer daño a su similar sea cual sea su motivo. El problema no son las armas, es la mano del que las utiliza o su fanatismo o su intolerancia. El problema es el dolor, es el odio que empuja al puño que te golpea. El error no es del coche que te golpea, es del que se despista al volante.

Ni te imaginas lo que me gustaría compartir una solución contigo en estas líneas que siguen. Decirte que, si todos hacemos esto o aquello, el mundo será un lugar mejor o, por lo menos, menos malo. Pero ni la tengo ni creo    que se encuentre porque los intereses ya se encargan de alejarla.

Y por eso es importante el Papa. O cualquier persona que tengas al lado que sea capaz de ponerle un poco de sentido común a este común sinsentido que nos rodea. No va de religiones, va de amor. Porque si hubiese más amor en el planeta, todo sería distinto. Porque el problema no es el planeta, es nuestra especie que lo habita.

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