No te sorprendió que Francisco I no fuera del agrado de la extrema derecha. Pero sí la cruel virulencia de unas declaraciones efectuadas por tres periodistas afines, probablemente, a ese sector. Uno de ellos era -y es- sobradamente conocido, más que por sus méritos, por la bilis que desprende cuando trabaja. Te refieres a Federico Jiménez Losantos. Los otros dos te eran, sin embargo, totalmente desconocidos: Carlos Cuesta y Sandra León. Lo que dijeron sobre el Papa no constituyó una crítica, ni un análisis, ni nada parecido. Fue una insultante diatriba contra el obispo de Roma expresada no con el corazón (que por lo visto hubiera sido pedir demasiado), ni con el cerebro, sino con las vísceras. No reproducirás, por vergüenza ajena, algunas de las cosas que dijeron. Te conformarás con aludir a las más suaves: Francisco I era un mentiroso (según uno de los tertulianos que acompañaba a Cuesta), un pontífice que había acabado con el legado de Juan Pablo II, que había perjudicado gravemente a la Iglesia, que no era un pastor, pero sí un político, de izquierdas y comunista, un…
A esos tres personajes (su lenguaje corporal hablaba de ira sin incontinencia), les dirías que Francesco no fue un político, ni de izquierdas ni de derechas, pero sí un hombre bueno que simplemente quiso seguir a Cristo desde el amor, la fidelidad y la entrega. ¿A quién se acercó Jesús mucho antes de que existieran las actuales corrientes ideológicas? ¿A la clase dirigente? ¿A los fariseos, tal vez? ¿A la Iglesia de su época? No. Jesús se aproximó a los enfermos, a los ninguneados, a las mujeres, a las adúlteras (a las que salvaba y no juzgaba), a los desvalidos, a… Y, aludiendo a las Bienaventuranzas, a los que lloran, a los misericordiosos, a los que buscan la paz, a los perseguidos, a los pobres, a los limpios de corazón y a los que tienen hambre y sed de justicia. El Papa no hizo más que calzarse las sandalias del pescador y seguir con el trabajo iniciado por Jesús. Con valentía…
En su breve papado, Francesco se ha decantado por esos colectivos. Ha denunciado –que no ocultado– los gravísimos casos de pederastia habidos en la Iglesia; ha reducido el poder de ciertos sectores eclesiales; ha dado puestos de relevancia a la mujer; ha evidenciado la prostitución de la naturaleza; se ha entrevistado con presos y transexuales; ha acercado a colectivos excluidos de la Iglesia a la misma; ha reformado la Curia Vaticana, etc. ¡En tan solo doce años!
Tal vez esa «gente de orden» que utiliza el cristianismo, pero que no lo practica realmente (forma, que no fondo) debería reflexionar sobre esas cuestiones.
Doña María Mir fue una maestra de escuela repleta de bondad y sabiduría que te impartió clase cuando tú apenas contabas nueve años, en lo que entonces se conocía como Preparatoria. En ocasiones su voz te llega de nuevo para asesorarte. Porque el magisterio de los buenos maestros pervive permanentemente en la mente de sus discípulos. En cierta ocasión os dijo que un insulto podía ser eso (un insulto) o convertirse en lo contrario, en un piropo. Que todo dependía de quien lo pronunciaba. Viniendo de quienes vinieron, las críticas formuladas a Francisco I por esos tres, más que ofensas fueron, sin duda, los mejores elogios que recibió probablemente el Santo Padre. Y es que esos tres, sí, amén de miserables, lelos…