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Tribuna

¡Hasta siempre, Pepe Mujica!

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Pocas personas como Pepe Mujica han encarnado la bonhomía y la sabiduría, el compromiso y la coherencia, la lucidez y la generosidad. Se ha ido uno de los últimos referentes que teníamos en este desquiciado mundo cada vez más necesitado de Mujicas, pero cada vez más inundado de influencers, youtubers, opinadores y mentirosos. Es descorazonador comprobar la razón que tenía ya a mediados del siglo XX Giuseppe Tomasi di Lampedusa cuando, en boca del príncipe de Salina, protagonista de su inolvidable «El gatopardo», escuchamos «nosotros fuimos los últimos gatopardos, tras nosotros solo vendrán chacales…»

Los grandes referentes que teníamos, los Sampedro, Saramago, Galeano, Mayor Zaragoza, Mandela, Hessel, Aute, Mujica… se han ido, pero antes de irse plantaron una semilla: conectaron con la gente joven, les escucharon y dialogaron con ellos, les invitaron a la reflexión, a que tuvieran opinión propia de las cosas, a que se atrevieran a vivir sus vidas, no las que otros querían que vivieran, a que no se dejaran engañar por las falsas promesas… y los jóvenes aprendieron a mirar la vida y el mundo con su mirada, a ver que, tras las apariencias, puede haber otras realidades, a entender que el camino a la felicidad no pasa por esperar lo que los demás nos den, sino por dar a los demás lo que necesiten, y que mal va un mundo que, como máximo ideal, sólo aspira a que no hagamos a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran, sin entender que a lo que de verdad hay que aspirar es a hacer a los demás lo que nos gustaría que nos hiciesen a nosotros. El odio y el egoísmo son los peores compañeros que podemos tener en el viaje de la vida, y sin embargo nos empeñamos en abrazarnos a ellos para recorrer el camino. También son los peores enemigos que este mundo puede tener porque son los causantes de guerras y genocidios y sobre todo de nuestros silencios y nuestros mirar a otro lado que los permiten.

Aplaudo las palabras de Robert de Niro en Cannes alertándonos del peligro que corre hoy la democracia, aplaudo el manifiesto que centenares de artistas han firmado exigiendo el fin del genocidio del pueblo palestino, y aplaudo la valentía y el coraje de quienes, como Greta Thunberg, van a bordo de la flotilla de la libertad para llevar comida a los miles de palestinos a los que el gobierno israelí está asesinando de hambre. Les aplaudo porque, viéndolos, todavía tengo la esperanza de que aquella semilla que plantaron creció y que aquellos gatopardos, aunque en peligro de extinción, todavía están entre nosotros.

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