Procuren evitar los golpes de calor, las insolaciones y las moscas. Actualmente, abundan los sofocos, que tienen muchas causas, y no todas son veraniegas. Un sofoco puede ser debido a la menopausia. «Ha tingut una calrada», decimos aquí. No es una sensación agradable, desde luego. Pero también hablamos de sofoco cuando sufrimos un disgusto, turbación, desazón, bochorno, enfado o vergüenza…
Las noticias nos producen una cantidad de sofocos impresionante. Partidos defensores del feminismo se enteran, por ejemplo, de que están dando apoyo al uso de la prostitución sufragada con dinero público. Les entra un sofoco para explicar que tienen que seguir apoyando a este gobierno progresista y que el fin justifica los medios de comunicación comprados y los pactos a cualquier precio. A nadie se le cae la cara de vergüenza.
La escalada bélica continúa sin que adivinemos hasta dónde llegará. Oímos hablar de Tercera Guerra Mundial y nos hierve la sangre. Hay quienes dicen querer la paz, pero siempre defienden a uno de los bandos. Los que piensan que la mejor defensa es el ataque y los que optan por rendirse. Esto no es un cuento de buenos y malos. Comprender lo que pasa requiere sangre fría, diferentes puntos de vista y no ir acalorado por ahí, vociferando consignas partidistas.
Si acabamos perdiéndolo todo, por nuestra inacción, indiferencia, comodidad o estulticia, no se sofoquen. No vale la pena pasar tanta pena.