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Xerradetes de Trepucó

Enamorada de Baixamar

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Me encuentro con el corazón partido, tal como canta la canción. Todo empezó a partir de finales de 1980 enfilando 1990. Si bien no era un camino de rosas i violes. se intuía un extraño acecho a Baixamar,  infinidad de tramos precisaban el paso de la apisonadora dejando el suelo firme como se dice ben acabat, mas acabó la felicidad de aquel entorno y su belleza, auténtico puerto marítimo, pescador y familiar, apto para los mahoneses de todas clases sociales sin distinciones, no debo obviar el contento de los pescadores de caña de todas las edades, en fin, un deporte tan digno como otro cualquiera, ofreciéndoles la oportunidad de mostrar a la juventud   la satisfacción   que produce la pesca en todas sus variantes. No me olvido de los dedicados hacer vorera, ni tampoco el arte de pesca con barca de un colectivo de aficionados de los cuales salieron importantes pescadores amateur, conformándose con un bot y un motor marino de 3 HP.

También los mariscadores particulares y los establecidos, esos con sus dos finalidades, la pesca y el mariscar, descansando en los conocidos meses de veda. En fin, a los hijos de esta ciudad, incluyendo una parte importante de foráneos al poco de haber fijado su residencia en Mahón llegaban a ser aficionados de los ramos que me ocupan.

La vida cotidiana continuaba ignorando que aquel entorno de actividades muy pronto alcanzarían su fin, en que aquella belleza se encontraba a, digamos, semanas, meses y años vista de perder algo que todos sentíamos propio heredado de nuestros mayores, los mismos que lo guardaron y respetaron con gran devoción de los suyos.

No hace muchos años, tal vez diez, quince, ¿quién sabe cuántos? Pronostiqué... que nuestra rada estaba en peligro en aras de perder su fisonomía dejando de ser el bucólico, idílico y familiar, al alcance de una gran mayoría, auténtico puerto mediterráneo de los más codiciados y buscados por los auténticos hombres de mar, sencillos y amantes de la belleza natural. Don dinero se apoderó del mismo y mientras unos se embolsillan millones de euros, los humildes, los auténticos que tanto lo amamos, lo perdimos. Desde las terrazas de bares, restaurantes y cafetines ya no se divisa el mar, ni tan siquiera S’Altra Banda. Una mole de hileras de grandes embarcaciones alineadas en paralelo desde la Colársega hasta el Fonduco han logrado dejarnos huérfanos.

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