Elegir a su portavoz del congreso ahora como brazo derecho, señor Feijóo, me parece una apuesta muy poco acertada en aras de la tranquilidad que necesita una política que debería dar muestras de templanza en el lenguaje y ejercer un decoro absoluto en sus acusaciones. Lo importante no es solo lo que se dice sino cómo se dice, la razón la da la solidez de los argumentos. El descaro verbal de ese hombre que usted ha elegido no le va a hacer presidente. Creo, señor Feijóo, que usted confunde la política con un espectáculo, ya le digo a usted que no le van a hacer presidente sus aciertos si no los desaciertos de Sánchez, que, por cierto, tiene ganados a pulso motivos para echar el cierre de las cámaras y convocar elecciones. Pero ya es «gato escaldado» y sabe que convocar elecciones ahora le lleva, con la que «está cayendo» en su gobierno directamente a la soledad de la oposición, dejando de paso al partido socialista muy aligerado de simpatías, especialmente por sus pactos. ¡Hombre!, que vaya el señor Zapatero a Bruselas a entrevistarse con Puigdemont, es ya un síntoma de absoluta debilidad en el plus de credibilidad exigible en un partido político. No es un olvido menor no recordar que no se puede sustentar la credibilidad política de un gobierno en un prófugo de la justicia, menos aun en quien no es capaz a la presente de rendir cuentas de sus actos ante la justicia por los hechos cometidos. Una persona con esas carencias jamás debió ser quien sustentase el sillón de Sánchez en la Moncloa. Tirando de lista de las muchas cosas que un pueblo no traga, se llega a la conclusión que el señor Sánchez es un equilibrista al que el Parkinson del decoro en la función como presidente del gobierno le deja al borde del precipicio a punto de darse una buena «torta·. No es una defensa original, ya lo tengo dicho, lo del «y tú más». En corruptelas, el PP y el PSOE están de «chapapote» hasta las orejas. El ciudadano ya no se cree nada y ustedes son los causantes por sus errores políticos los que han vuelto al ciudadano escéptico. Ustedes han hecho crecer un callo en la credibilidad del votante, ya muy harto de pagar y pagar a políticos que luego van a la política a llenarse los bolsillos. Y para cuando la justicia les toma interés, se inician sumarios interminables y encima juzgados y sentenciados encontrándoles culpables, no acaban de entrar en la cárcel donde sí han ido a parar «ratoncillos» que han distraído un pantalón o una camisa de una tienda de rebajas.
Señor Sánchez: déjese usted de florituras verbales. El votante quiere una política en la que confiar y no una política que le vuelve desconfiado y hostil. Señor Feijóo, ha puesto usted a una persona como segundo de a bordo que no hace tampoco tanto que una diputada le dijo desde su escaño en el hemiciclo: «es usted un sinvergüenza». Señor Feijóo, con esos mimbres es muy difícil que le salga a usted un cesto medianamente decoroso.
Señor Sánchez, el votante tiene sus límites. Lo de Puigdemont y su permanencia en la Moncloa ha tocado fondo, ¿es que no lo comprende usted? Al votante honrado, es decir, a la inmensa mayoría, se le revuelven las tripas al ver en manos de quién está una democracia que costó tanto conseguir. Por de pronto, en manos de un prófugo de nuestro ordenamiento jurídico, una persona de la que desconozco qué méritos tiene de buen gestor. Dicen quienes los que saben, que estando en Barcelona escuchó un pedo y no paró de correr hasta Bruselas dejando de paso a los mossos peor que mal, cosa que como tantas otras parece tenerle sin cuidado.