Alucino con la escalada hacia «lo malo» que estamos viviendo en nuestro país. Una de las razones de vivir aquí era la seguridad y el hecho de aceptar la llegada de personas de fuera… de personas que por una razón u otra encontraban aquí lo que en sus países no tenían.
Otra razón era la facilidad de encontrar un puesto de trabajo que mejoraría sus vidas, casi siempre comparándolas con las que dejaban atrás.
Muchas otras razones que no viene al caso enumerar, convirtieron España en un lugar donde, ellos y ellas, creían poder vivir mejor y ofrecer a los suyos un futuro.
Y ahora resulta que nos hemos convertido en demoledores de estas ideas, estamos llegando a situaciones que vergüenza me da exponer aquí.
¿De verdad que los inmigrantes son demonios que vienen a comerse nuestro bienestar... a barrer la paz en las calles... a imponer su cultura, su religión...? ¿Hemos de tener Miedo?
¿Quiénes alimentan estas ideas?
¿Se puede condenar a todo un colectivo porque alguno de ellos haya cometido un delito?
¿No deberían ser los políticos quienes bajaran el nivel de intolerancia y crispación?
¿Qué puede mover a un político a lanzarse a un discursos de odio, de intolerancia?
¿Es que hemos de tolerar esa información que nos dan y que incita a la violencia, al odio o la discriminación contra individuos o grupos, por ser estos ‘diferentes’ a nosotros?
¿Es que la raza, la etnia, la religión, el género, la discapacidad, la orientación sexual puede servir de excusa para un lenguaje ofensivo o una incitación a la violencia?
¿De verdad que vamos a quedarnos quietos oyendo esos mensajes que alimentan la violencia, la agresión?
El hecho de escuchar cada día mensajes y afirmaciones de este tipo tiene el peligro de que acabemos haciéndolos nuestros.
Hemos de ser conscientes que esas afirmaciones que perpetúan estereotipos negativos y crean prejuicios contra un grupo o un individuo van calando en la sociedad... y eso es muy muy peligroso e injusto y contribuye, sin duda alguna, a la polarización social y la división entre grupos.
Por ello no podemos aceptar lo que nos trasladan una serie de discursos que vamos oyendo, cada vez con mayor intensidad, en nuestro país.
El esfuerzo de esos políticos debería encaminarse hacia el respeto y la tolerancia y evidentemente si existe una razón por la que algún acto deba ser castigado, actuar en consecuencia, pero no ‘colgar’ el delito a un determinado colectivo.
Creo que nos hemos olvidado de la palabra ‘amor’ que, como bien dice una buena amiga y la historia así lo demuestra, es el camino que deberíamos seguir… con quienes tenemos cerca, con nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos, aquellas personas con las que tratamos...
La práctica de amar y aceptar a los ‘diferentes’ implica un proceso de trabajo personal, de crecimiento interno, de autoreflexion y sobre todo de tener la mente y el corazón abierto a lo diferente, al cambio.
Así que ni caso a mensajes y discursos que dañan el alma... no podemos convertirnos en depredadores, en fin, en malas personas.
No hemos de aceptarlo.