Calor es una de las palabras que más solemos repetir estos meses. El calor produce sudor y todos conocemos la expresión «sudar la gota gorda». Más allá de su plasmación física, podemos hablar en sentido figurado. Cuando decimos «sudar tinta», por ejemplo, no nos referimos al trabajo periodístico solamente. El origen de la frase viene de la época en que escribas y copistas trabajaban durante muchas horas transcribiendo textos. Ahora ese trabajazo nos lo ahorran las máquinas. En lugar de sudar tinta, sudamos datos.
Con tanto progreso, nos volvemos cómodos. Comodidad que tiene ventajas e inconvenientes. Querer conseguir las cosas sin esfuerzo es una vieja aspiración humana. Pero los resultados de la vagancia suelen ser pobres o mediocres. Y acabaremos pobres por no ponernos manos a la obra. Si queremos mantener la democracia en España, tendremos que sudar la gota gorda.
Si aspiramos a que nos lo den todo hecho o que otros lo hagan por nosotros, vamos listos. Algunos con pocos recursos, descubrieron que podían vivir de lujo con su dedicación a la política. El pueblo dejó de molestarse en luchar y se abandonó a los vendedores de humo. El famoso y manoseado eslogan: ¡Que viene el lobo! resultó de lo más efectivo para justificar cualquier tropelía. Por eso, la democracia ha quedado reducida a la mitad más uno. Ganar una votación ya es suficiente para repartirse el botín. Y hay muchos actores de reparto