De los que fuimos padres en los años 90, en décadas pretéritas o en las dos posteriores, hasta los que lo han sido a partir del 1 de enero de 2021 hay una diferencia abismal en cuanto a la duración del permiso de maternidad, ahora llamado de nacimiento.
Si entonces el padre tenía apenas 72 horas concedidas, en función del convenio de cada empresa, para experimentar e implicarse de lleno en los primeros días de cada uno de sus descendientes, en la actualidad dispone de 16 semanas, por tanto se ha pasado de 3 a 112 jornadas, que se dice rápido.
Las leyes y normativas relacionadas con los permisos de maternidad y paternidad han ido cambiando a lo largo de los años, hasta que hoy ambos progenitores cuentan con los mismos derechos en cuanto a la duración de esta prestación para cuidar a su hijo. Está previsto, incluso, que en 2026 el tiempo se extienda a 20 semanas para ambos.
Se trata de una normativa más próxima a los permisos imperantes en países del norte de Europa, donde pueden llegar a los 16 meses, susceptibles de ser repartidos entre la madre biológica y el otro progenitor, sea cual sea su sexo, con un mínimo de 90 días para cada uno.
En una sociedad como la actual -también lo era en los 90 con la mujer completamente incorporada al mercado laboral- estas medidas no solo facilitan las conciliación familiar, el reparto de tareas y la imprescindible presencia física del padre en el día a día de sus hijos, sino que elevan el ánimo para que las parejas formen una familia contra todas las dificultades económicas.
Que una madre soltera menorquina haya ganado recientemente la batalla judicial para sumar los dos permisos de nacimiento por sus hijas es otro ejemplo que abunda en este progreso retrasado porque debió haber llegado mucho antes.Los padres de hace 30 años bien que lo sabemos.