Los días pasan. El verano, querido lector, puede que no te esté sabiendo cómo te lo esperabas ni cómo te lo imaginabas ni, mucho menos, cómo lo necesitabas. Mayo y junio han sido un suspiro y julio va a un ritmo tan vertiginoso que no te ha dado ni tiempo de disfrutar de los típicos ‘memes’ de Julio Iglesias. Poco o nada queda de aquellos recuerdos que guardamos celosamente de este periodo que cada vez se parece menos a aquello, por más ganas y planes que le pongamos. Por eso, solamente por eso, viene bien que las temperaturas y la lluvia nos regale un ‘break’ que nos permita verlo todo con perspectiva.
La lluvia nos hace falta, también. Aunque un par de lluvias aisladas en verano no sirven de mucho, ni para parchear una situación que un año más nos ha llevado al límite. Pero estos días de tramontana airean un poco el cabreo del que lucha contra la temperatura, además de con los quehaceres diarios y, ya que no podemos ir a nuestra playa favorita porque toca trabajar, al menos la lluvia nos consuela.
El problema es que la lluvia nos pilla, precisamente, en unos días en los que necesitamos más ánimos que nunca. Hay indicadores de que los huevos de oro no brillan tanto, que se ha perdido fuelle en esa temporada turística que, aunque cada vez es más larga, regala un chupinazo económico en julio que se remata en agosto. Básicamente, en julio empieza ‘la recolecta’ para que luego, en agosto, podamos trabajar con la calma de que, si vienen mal dadas, julio nos habrá echado un capote.
Lo de las lluvias en verano están bien un rato. Más allá de la anécdota, cansan, joroban y fastidian. Lo digo a nivel de usuario, no de empresario, ya que se ve a simple vista que una jornada ‘fea’ de tiempo significa que los núcleos urbanos se llenan de ambiente y de olor a protector solar rancio.
Pero, así las cosas, Sant Jaume ya ha pasado y entramos de golpe en agosto con la que se supone la peor época para la Isla. Esos 20 días en los que hay mucha más gente de la que queremos pero que esperemos que sea, como mínimo, la que necesitamos.
Tengo muchas ganas de verano, no lo niego. Tengo muchas ganas de aprovechar cada momento de sol, de playa, de baño, de compañía que todavía queda por disfrutar, pero no tengo tantas ganas de que el desánimo nos abrace con más fuerza de la que podemos aguantar.
Aunque de lo que tengo todavía más ganas es de que algunos titulares se queden solo en anécdotas. Por el bien de todos, de los que vivimos del turismo y de los que viven de los que viven del turismo.