Un día me dí cuenta de lo afortunado que era. Vivía en un paraíso sin hacer nada por merecerlo ni construirlo. El paraíso te lo encuentras hecho. Es un proceso de millones de años y un regalo divino. Lo único que puedes hacer es perderlo. Hay un término medio entre una isla desierta y una isla masificada. El secreto de la felicidad está en el equilibrio. Lo sé porque hay desequilibrados que son infelices por exceso o por defecto. Algunos tienen defectos y otros cometen excesos que luego pagan caros.
Vivir en el paraíso, como Adán en el Edén, requiere darse cuenta y saber apreciarlo. Si sabes lo que te pierdes, no irás por ahí dejándote tentar por Satanás. El mayor peligro son esas cosas que se le meten a uno en la cabeza. Su vida se vuelve infernal. El mismo sol que da vida, calienta y aporta la luz sin la cual no veríamos nada, también nos puede quemar si no tomamos precauciones.
Mi paraíso es Menorca, aunque haya otros por ahí. Me ha tocado. No se trata de ser rico o tener poder. Decía Pearl S. Buck que «Estar contento con poco es difícil; con mucho, imposible». Entre el hambre y la obesidad tiene que haber un término medio. Si nos han regalado poder vivir en este paraíso, no lo estropeemos. Sabemos por experiencia que por ambicionar demasiado, perdemos incluso lo que ya tenemos.
Con tantas especies autóctonas de frutas deliciosas, tuvimos que tocar las del árbol del conocimiento del bien y del mal.