Son cosas que suelen pasar. En el año 2014 las autoridades de Menorca y Belle-Île-en-Mer promovieron un hermanamiento cultural entre las dos islas, pero de este acuerdo han pasado más de diez años y nunca más se ha vuelto a tener noticia.
Razones no faltan para el emparejamiento, pues cuando en 1763 se firmó el Tratado de París que puso fin a la Guerra de los Siete Años entre España, Francia, Inglaterra y otros países, Menorca dejó de ser francesa para volver al dominio británico mientras que la isla bretona era recuperada por el país galo. Quid pro quo.
Chateaubriand en sus «Memorias de Ultratumba» y Claude Monet elogiaron la belleza de la pequeña isla atlántica de 84 kilómetros cuadrados y, actualmente, unos 5.600 residentes permanentes.
Además del azar histórico, estos dos territorios insulares comparten varias características. Ambas son muy atractivas para el turismo, gozan de muchos espacios naturales y tienen un camino litoral que bordea sus perímetros. El nuestro, ya lo sabemos, se llama Camí de Cavalls. El francés se conoce como GR 340 y en 2022 fue designado por los franceses como su «sendero de gran excursión» preferido. Más corto, que el menorquín, tiene 85 kilómetros, es mucho más abrupto, con un desnivel acumulado de 2.800 metros. Todo un reto.
Belle-Île-en-Mer quedas apuntada en mi lista de deseos viajeros.