Los turistas podemos presumir de antepasados ilustres; mejor dicho, el concepto de turismo, que viene de la voz francesa «tour», «vuelta», tiene nobles orígenes. Los primeros turistas se llamaban a sí mismos viajeros, y sus «tours» eran muy distintos de los que hoy nos ofrecen las agencias de viajes. Así, Adam Smith acompañó a un joven duque inglés por Suiza y Francia durante casi tres años (1764-67); el joven Goethe viajó por Italia durante casi dos años (1786-88). En 1933, un joven inglés de dieciocho años, Patrick Leigh Fermor, anduvo desde la costa holandesa hasta Constantinopla. ¿Qué perseguían con ello? Adam Smith conoció a Voltaire y al economista francés Quesnay, además de obtener una pensión vitalicia por su labor de acompañante. Goethe escribió su «Viaje Italiano», todavía leído hoy. En cuanto a Fermor, supo entrever la agonía de la vieja Europa; cuando escribió su libro «Un tiempo de dádivas» treinta años más tarde, la vieja Europa parecía estar renaciendo de las cenizas de la antigua. Ese turismo era todo menos ocioso o improductivo.
EL TURISTA DE ENTONCES solía preparar cuidadosamente su viaje. En él recorría países que aunque contiguos eran muy distintos entre sí: lengua, desde luego (muy pocos chapurreaban algo que no fuera la propia); usos y costumbres muy influidos por religiones distintas; hasta la gastronomía y el vestido, por no hablar de la cultura popular, en la que cuentos y leyendas estaban aún vivos, o del arte. Los turistas, gente culta y curiosa, nos han dejado recuerdos e impresiones muy valiosos.
Hoy, todo eso ha cambiado. El primer cambio es que, allí donde el turista era una excepción, hoy es la regla: casi todos hemos sido turistas aquí o allí, hoy o ayer, y quienes no lo han sido aspiran a serlo. Los hay que aspiran a enriquecer sus conocimientos o a entrar en relación con sus huéspedes, pero son una minoría reducidísima. La motivación de gran parte del turismo parece ser, o bien la mera diversión, o bien la satisfacción de haber estado en tal o cual sitio y de poder mostrar las selfies de rigor de regreso a casa. Nada de eso es censurable, desde luego, pero conviene reconocer la diferencia. Bezos alquila Venecia, pero el mercader se ha ido.
En segundo lugar, los países se parecen cada vez más entre sí; los destinos turísticos se cubren de una capa de tiendas, restaurantes y chiringos hechos para atender al visitante. El contacto entre este y el nativo se ha reducido ahora a una relación proveedor-cliente. Los nativos que no viven del turismo se protegen del turista -antaño objeto de curiosidad, de envidia y hasta de admiración- y se distraen a ratos contemplando los grupos de turistas arracimados en torno a un guía mientras charlan de sus cosas entre ellos. Ya no somos menos, piensan. Con razón, porque todos o casi todos somos, en otros lugares, turistas, con un comportamiento similar al de los que nos visitan.
EL VIAJERO OCCIDENTAL suele albergar un cierto sentimiento de superioridad hacia el resto del mundo, que se manifiesta con mayor o menor sutileza; algo parecido ocurre con el turista nacional cuando nos visita. Todos conocemos visitantes extranjeros que, después de décadas de vivir en Menorca, no hablan ni una palabra del idioma vernáculo; pero no es extraño encontrar también compatriotas que han trasplantado sus reales aquí con escaso interés por asimilar el modo de vida o las costumbres locales.
Nada de eso es en sí censurable. Pero hay algo que no va bien, y que no es culpa del turista. ¿Calidad? No. Cantidad. Somos demasiados para lo que puede acoger dignamente la Isla sin marchitarse. Las consecuencias de ese exceso son visibles, la cosa no va a mejor. Las autoridades, sean del signo que sean, han de aceptar esa realidad desde ahora. Hay que iniciar un plan para limitar progresivamente la oferta. Si no se hace, acabará reaccionando la demanda: el turista dejará de venir (las cifras de esta temporada, en todo el Mediterráneo, son un aviso). Se impondrá, tarde o temprano, una nueva normal a un nivel inferior. Pero para entonces la Menorca que hemos conocido y quisiéramos preservar habrá dejado de existir.